La autoría de la Gran Esfinge de Guiza (Egipto) es incierta, aunque se le atribuye a dos faraones del Imperio Antiguo. La primera hipótesis sugiere que fue construida en tiempos del faraón Kefrén, y se basa en la similitud de estilos arquitectónicos entre este monumento, el complejo funerario que rodea a la segunda pirámide, la calzada y el Templo del Valle que también forma parte del conjunto construido por este monarca.
La cara humana sobre el cuerpo de león de la esfinge correspondería entonces a la del Faraón Kefrén o tal vez a la de su padre, Khufu (Keops). En la Estela del Sueño (un muro de granito de 2,15 metros ubicado a los pies de la esfinge, en el que el faraón Tutmosis IV -1401 AC-1391 AC menciona que desenterró el monumento ya que, en un sueño, la esfinge le prometió el trono si la liberaba de las arenas del desierto) aparentemente se adjudica la autoría de la Esfinge a Kefrén, pero la evidencia no es concluyente, pues partes del texto se perdieron durante una re-excavación en 1925
Otros arqueólogos aseguran que la Esfinge ya existía en tiempos de Khufu (padre de Kefrén), basándose en pasajes escritos en algunas estelas desenterradas por los arqueólogos. Algunos eruditos, basándose en la orientación astronómica del monolito, creen que su antigüedad sería de unos 12 mil años, mientras que otros, basándose en la teoría del desgaste climático, proponen una edad de al menos seis milenios. Estos últimos científicos opinan que el estado de deterioro de la Esfinge no es compatible con su antigüedad oficial, pues lo consideran obra de lluvias torrenciales que no se producen en la meseta desde miles de años antes del Imperio antiguo.
Según el historiador árabe del siglo XV, Al-Maqrizi, la desaparición de la nariz de la Esfinge fue atribuida a Muhammad Sa’im al-Dahr, un fanático religioso Sufí, que, en 1378, al ver que los campesinos hacían ofrendas a la Esfinge para conseguir mejores cosechas, decidió dañar el monumento, destruyendo su nariz y parte de sus orejas, por lo que fue acusado de vandalismo y ejecutado. Según al-Maqrīzī, muchas personas que vivían en la zona creían que el aumento de arena que cubrió la meseta de Guiza era una retribución por el acto de desfiguración de al-Dahr.
La esfinge permaneció durante muchos siglos prácticamente enterrada bajo la arena del desierto y sólo era visible su cabeza. En 1817 se realizó la primera excavación y se liberó la escultura hasta los hombros. En sucesivas excavaciones y restauraciones, llevadas a cabo durante casi dos siglos, la construcción ha quedado tal como la podemos admirar hoy en día. En uno de esos trabajos, precisamente, apareció enterrada a los pies de la esfinge una gran barba ceremonial. Los egiptólogos determinaron posteriormente que esa barba hallada era de la esfinge, aunque aclararon que no correspondía a la escultura original, sino que fue añadida siglos después como un atributo de poder.