May 24, 1844: Samuel Morse opens a telegraph line connecting Washington D.C. and Baltimore.
Samuel Morse developed the electric telegraph and his eponymous code in 1836; by 1843, the U.S. government had appropriated to him $30,000 for the construction of an experimental 61 km telegraph line that would run from Washington D.C. to Baltimore – this line was completed in early 1844. It officially opened on May 24, 1844, when Morse sent the words “What hath God wrought” (a biblical quote from the Book of Numbers) from the Capitol to Baltimore. By 1861, telegraph lines spanned the continent, connecting the East and West coasts and rendering most other forms of communication obsolete.
Morse’s 1844 telegraph transmitted messages at a speed of thirty characters per minute, a speed that is simulated above. As telegraphs became more advanced (and operators more skilled), much higher transmission speeds were made possible as well.
Mes: mayo 2012
The (First) Opium War (1839–42) Qing dynasty
China at this time, had many important trading products that European countries needed such as china, silk and tea but Europe in the other hand, only had silver that Chinese people were interested in. The British wanted to increase the cooperation and trading with China and come up with an idea; to illegally export opium to China. The Chinese government tried to stop the trading but the consumption of opium had already started and the consumption also grew rapidly among the citizens which became a very uneasy problem to solve, a total of 36353 coffins were exported from the United Kingdom to China.
Great Britain made demands for the trading but a war broke out when China didn’t accept the conditions. China lost the war and a preliminary treaty was created; to hand over Hong Kong to Great Britain, pay 6 million dollars to Britain and also opening the trading port of Guangzhou. However, none of the countries accepted the terms of condition and the war didn’t come to an end. In august 1842, U.K had occupied Nanjing and China was forced to make peace and accepting the demands.
1. Open up 4 more ports for every nation and foreign merchants are allowed to live and build in the 5 cities with open ports.
2. Britain was going to obtain Hong Kong.
3.China should pay for the British costs of the war, which was 21 million dollars.
(The photo was taken right after the war, the amount of drug-addicts was around 2 million in China)
Puzzlewood is an ancient woodland site, near Coleford in the Forest of Dean, Gloucestershire, England. The site, covering 14 acres, shows evidence of open cast iron ore mining dating from the Roman period, and possibly earlier.
In 1848 some workmen, after moving a block of stone in the woods, found a small cavity in the rocks. In this cavity, hidden away, were three earthenware jars containing over 3,000 Roman coins. No-one knows why the coins were hidden away in the cliff face nor by whom.
J. R. R. Tolkien, a frequent visitor to the Forest of Dean, may have visited Puzzlewood, and many believe Puzzlewood was the inspiration for the fabled forests of Middle-earth, such as the Old Forest, Mirkwood, Fangorn or Lothlórien contained within The Lord of the Rings. J.K Rowling is also said to have visited Puzzlewood, and it may have been this that influenced her idea of The Forbidden Forest in the Harry Potter books.
Patio de los leones
Su nombre procede de los doce leones surtidores de la fuente que ocupa el centro del patio, leones sobre los que descansa la gran taza de forma dodecagonal y que la rodean. Esta fuente, de mármol blanco, es una de las más importantes muestras de la escultura musulmana. En en borde de la taza, se encuentra esculpido un poema de Ibn Zamrak. A comienzos del siglo XVII se le añadió otra taza que en la actualidad se encuentra en el jardín de los Adarves, junto con el surtidor que la remataba, que era posterior, como se puede observar en el grabado.
Mandado construir por Mohamed V, su planta es rectangular, y está rodeado por una galería a modo de claustro cristiano, lejos del estilo del típico patio musulmán andaluz, más parecido al que presenta el Patio de los Arrayanes, sostenido por 124 columnas de mármol blanco y fino fuste, los cuales presentan en su parte superior multitud de anillos, y sostienen capiteles cúbicos y grandes ábacos, decorados con inscripciones y ataurique.
El centro del patio era de jardín bajo y el piso de las galerías de mármol blanco. Este jardín ha sufrido muchas modificaciones a lo largo de los años, y actualmente se ha optado por eliminarlo prácticamente con el fin de evitar humedades que aparecieron en otras épocas. Presenta unos canales de mármol blanco que parten del interior de los pabellones y bajo los cenadores, que confluyen en la fuente central en forma de cruz. En los extremos de los canales existen unos surtidores que proveen de agua a la fuente central.
La primera pepita de oro de California la encontró por casualidad en 1848 el suizo Johann August Sutter (23 de febrero de 1803 – 18 de junio de 1880), que paradójicamente se arruinó por este descubrimiento, en Coloma, una acerería de su propiedad.
En 1834, Johan August Sutter, suizo-alemán, hijo de un fabricante de papel de Basilea, deja su patria, su mujer y sus hijos, arruinado y deshonrado por una quiebra. A pie cruza la frontera y llega a París. En el camino desvalija a dos compañeros de viaje; en París estafa con una letra de crédito falsa a un cliente de su padre. Luego, en El Havre se embarca para Nueva York. Desembarca el 7 de julio, pero en Nueva York no se retiene por mucho tiempo. Sutter se siente atraído por el Oeste. Parte de nuevo hacia lo desconocido. En Honolulu forma la Sutter’s Pacific Trade Co.
Llegó a California el 2 de julio de 1839 con cartas de recomendación de la Hudson Bay Co. y de la Compañía Ruso Americana, cuando esta región aún pertenecía a México. Llegó a la Alta California después de haber viajado por los Estados Unidos, Hawai y las colonias rusas de Alaska, en donde pudo hacer una pequeña fortuna en el mercado de pieles. El comandante del presidio lo despachó a Monterrey para que hiciera el pago correspondiente en la aduana, y Sutter aprovechó la ocasión para pedir al gobernador, Juan Bautista de Alvarado, autorización para establecerse en el Valle Central, cerca del Río Sacramento, la cual obtuvo fácilmente de un gobernante que ya se había dado a conocer al enajenar de un plumazo todas las islas del Océano Pacífico sin mayores problemas. Por supuesto que Sutter se tuvo que hacer ciudadano mexicano y manifestar su religión católica, lo cual no era un trámite complicado, y junto con varios hawaianos que lo habían acompañado en su viaje y otros seis hombres se embarcaron en tres botes, navegaron varios días por la bahía hasta localizar la desembocadura del río Sacramento, ascendieron hasta donde la corriente del Pluma se incorpora a su caudal, desembarcaron, y cerca de allí empezaron a levantar una casa que tenía el aspecto de un fuerte. Muchos indios y mestizos fueron a trabajar para Sutter, quien se granjeó su amistad por el buen trato y las enseñanzas que les daba, aunque esta opinión no es compartida por todos los historiadores; pronto su propiedad de 8 500 hectáreas se convirtió en un importante centro productor ganadero y agrícola, y el Fuerte Sutter, como se conocía su casa, era escala obligada para los viajeros procedentes del este, que encontraban allí la hospitalidad y el descanso que tanto necesitaban después de prolongadas jornadas por la sierra.
En diez años se apropió de un territorio más extenso que la propia Suiza que denominó “Nueva Helvecia”. Cuando Sutter llegó a California, la ciudad de San Francisco no era más que una pobre misión católica. Se instaló en el valle del río Sacramento con 150 hombres contratados en las islas Sandwich (actual Hawai). Expulsando a los indígenas y negociando con las lejanas autoridades mexicanas, en pocos años se convirtió en el mayor terrateniente de Norteamérica. Su proyecto “Nueva Helvecia” llegó a tener 25.000 hectáreas, 1.000 trabajadores, un ejército privado, 12.000 cabezas de ganado, etc. Fundó un gran rancho que se conocería en inglés como Sutter’s Mill (o Sutter’s Fort) en donde más tarde nacería Sacramento, la capital del estado de California.
Fue uno de los principales conspiradores en favor de la anexión de la Alta California (actual estado de California) a los Estados Unidos. En 1846 con motivo de la guerra entre México y Estados Unidos, inicia la marina de guerra de Estados Unidos la invasión de las Californias, la lucha que se desató, bastante desigual, obligó a México a negociar la forma de concluir la catástrofe. La disyuntiva era aceptar la paz o continuar la guerra. Una vez firmado el armisticio la atención se centró en fijar los nuevos límites, México tras consultar al Congreso y a los gobiernos de la República se vio obligado a firmar el Tratado de Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848, perdiendo más de la mitad de su territorio, incluidos Alta California, Arizona, Nuevo México y Texas. En contra de lo por Sutter esperado, la anexión a Estados Unidos en lugar de reportarle más riquezas le llevó a la ruina. Es interesante porque fue pieza importante que favoreció la penetración y conquista de la provincia por los norteamericanos, además de que muestra no sólo la ambición y audacia de muchos aventureros como él, sino también la capacidad para reconocer las potencialidades del medio y convertirlas en realidades por medio del trabajo y el mantenimiento de buenas relaciones con los demás. Sus proyectos industriales se vieron truncados por el fenómeno migratorio que siguió al descubrimiento del oro. Sutter trató de reconstruir su imperio mientras luchaba por sus derechos sobre la propiedad del oro en la justicia estadounidense.
Pero un buen día de 1848, uno de sus operarios, James Marshall, trajo en sus manos unas pepitas de oro que había encontrado en un río. Había tantas que con tan sólo remover el lecho del río florecían. Aquella noticia era tan importante que varios hombres, entre ellos el propio Sutter, decidieron mantenerla en secreto. A los pocos meses hordas tumultuosas invadieron las tierras de nuestro protagonista, destrozando sus tierras y su riqueza. Había comenzado la fiebre del oro. La mayoría de sus trabajadores le abandonaron para tratar de enriquecerse buscando oro y las multitudes de buscadores de oro llegadas de todo el mundo destruyeron sus propiedades. En una época en que era muy difícil llegar a California, se calcula que 90.000 aventureros llegaron desde Europa, Asia, Australia y todos los rincones de los Estados unidos en 1849, los que luego serán conocidos como los “forty-niners”. San Francisco que era el punto de partida de toda esta gente, pasó de ser un pueblo a ser una ciudad de 25.000 habitantes.
Ante tal eventualidad, reivindica la propiedad del suelo sobre el cual se ha edificado San Francisco, Sacramento, Ríovista y otras ciudades, reclamando doscientos millones de dólares de indemnización por el despojo. Enjuicia a 17,221 particulares que se han establecido abusivamente en sus plantaciones. Reclama veinticinco millones dé dólares del Estado de California, por haberse apropiado de sus rutas, canales, puentes, esclusas y molinos; y cincuenta millones de dólares del gobierno de Wáshington, por no haber sabido mantener el orden en la época del descubrimiento del oro. Y sostiene su derecho a una parte del oro extraído desde el principio de la explotación. El fantástico proceso consume todas sus utilidades. Sutter tiene a su servicio un ejército de abogados, de peritos y de escribanos. Los Municipios y los particulares enjuiciados tienen a su servicio otro ejército. «Es un nuevo rush, una mina inesperada, y todo el mundo quiere vivir del Pleito Sutter». Y lo ganó, cuando en 1855 el honesto y puritano, juez Thompson falla a favor de Sutter, él era el legítimo propietario de aquellas tierras de California. La noticia corrió entre los miles y miles de cazadores de fortuna, se lanzaron descontrolados a las calles, la ciudad se amotina. Las plantaciones, los establo; los molinos, las fábricas de Sutter son devastados, arrasados, incendiados. Quemaron el Palacio de Justicia y acabaron con la vida de los tres hijos de Sutter. Aquella resolución quedó sin efecto
Sutter fue el caso de un desconocido que arribó a las ya promisorias tierras californianas, y en poco tiempo, llegó a convertirse en el hombre cuya amistad era buscada por los gobernadores mexicanos, por los colonos rusos del norte y los inmigrantes norteamericanos que llegaban del este. Sutter se pasó los años finales de su vida medio loco, viviendo como un mendigo y tratando de exigir el pago de la deuda que contrajo con él el Estado, hasta que un infarto se lo llevó en las escalinatas del nuevo Palacio de Justicia, en Washington, el 18 de junio de 1880, aguardando y reclamando, obstinadamente, justicia. Así es como el dueño de California murió como un mendigo en sus propias tierras a pesar del poder y riqueza que llegó a tener, Sutter murió en la miseria.
Edward, the penultimate Anglo-Saxon king of England, was known as ‘the Confessor’ because of his deep piety.
Edward was the son of Ethelred II ‘the Unready’ and Emma, the daughter of Richard I of Normandy. The family was exiled in Normandy after the Danish invasion of 1013, but returned the following year and negotiated Ethelred’s reinstatement. After Ethelred’s death in 1016 the Danes again took control of England. Edward lived in exile until 1041, when he returned to the London court of his half brother, Hardecanute. He became king in 1042.
Much of his reign was peaceful and prosperous. Skirmishes with the Scots and Welsh were only occasional and internal administration was maintained. The financial and judicial systems were efficient and trade was good. However, Edward’s introduction to court of some Norman friends prompted resentment, particularly in the houses of Mercia and Wessex, which both held considerable power.
For the first 11 years of Edward’s reign the real ruler of England was Godwine, Earl of Wessex. Edward married Godwine’s daughter Edith in 1045, but this could not prevent a breach between the two men in 1049. Two years later, with the support of Leofric of Mercia, Edward outlawed Godwine and his family. However, Edward’s continued favouritism caused problems with his nobles and in 1052 Godwine and his sons returned. The magnates were not prepared to engage them in civil war and forced the king to make terms. Godwine’s lands were returned to him and many of Edward’s Norman favourites were exiled.
When Godwine died in 1053, his son Harold took over. It was he, rather than Edward, who subjugated Wales in 1063 and negotiated with the rebellious Northumbrians in 1065. Consequently, shortly before his death, Edward named Harold as his successor even though he may already have promised the crown to a distant cousin, William, Duke of Normandy. He died on 4 January 1066 and was buried in the abbey he had constructed at Westminster.
Article via BBC
Brighton Swimming Club, 1863
Gibraltar – Lodge de Parson
Se trata de una antigua fortaleza británica que fue construida para proteger Bahía Rosia (Rosia Bay) y a los galeones navales que solían utilizarla para recoger municiones y disposiciones durante los tiempos de guerra. Después de la victoria de la flota británica en la batalla de Trafalgar en 1805, el buque insignia británico dañado durante el combate, HMS Victory, fue llevado a Rosia Bay. A bordo del buque, fue encontrado el cadáver del almirante Lord Nelson en el interior de un barril de aguardiente, para que se mantuviera incorrupto hasta sus funerales en Londres, y atado alrededor del poste central. Su cuerpo fue transferido a otro barco y llevado a Inglaterra para su entierro.
BOMBARDEO DE LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN DURANTE LA II GUERRA MUNDIAL.
Adolf Hitler firmaría la Directiva 18 el 12 de noviembre de 1940. En este documento enunciaba el plan orquestado para la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial y para la toma de Gibraltar.
Según planearon, Mussolini debía avanzar en el norte de África hacia Egipto y el canal de Suez, lo que unido a la toma del Peñón, debía convertir el Mediterráneo un placido lago para el Eje. Desde el inicio de la guerra Gibraltar se había convertido en objetivo primordial, pero no fueron la aviación alemana quien diera el mayor golpe, sino que fuesen los franceses. Venían rabiosos porque los ingleses les habían hundido gran parte de la flota en Mers el Kebir.
De esta manera, 83 bombarderos franceses aparecieron sobre el cielo de Gibraltar para devolverles la jugada los ingleses, aquello ocurrió el 24 de septiembre de 1940. A los franceses les había hecho ni pizca de gracia que Churchill convirtiese a 1.300 marineros en alimento para peces. Según relataba el periódico ABC, “cayeron cien bombas que dejaron Gibraltar bastante destrozada”, algunas de 1.500 kilos.
Pero en La Línea de la Concepción, tenían entre manos otras distracciones. Aquel verano de 1941 los linenses se preparaban con ilusión para ver renacer su Velada, unas fiestas locales, cuya última edición se había visto trágicamente interrumpida por la Guerra Civil.
En aquellos días la población de La Línea se preparaba para dejar a un lado, por unos días, sus penalidades cotidianas. Las entidades más representativas estudiaban la preparación de sus casetas. Todos los cafés, bares y comercios esperaban que todo aquello se dejase notar devolviendo a la ciudad parte de su perdida vitalidad. Incluso volvían a abrir la plaza de toros y los aficionados comenzaban a hacer pronósticos sobre las figuras que podrían componer el siempre atractivo cartel de toros de la Velada linense. Aquel año al final el cartel se montaría con los diestros Vicente Becerra, Juanito Belmonte y Pepe Luis Vázquez.
Pero por simple situación geográfica, que la localidad estuviera ubicada junto a Gibraltar, separados del principal objetivo de guerra por una barrera fronteriza y un campo neutral. Así la noche del 11 al 12 de Julio de 1941, la tragedia quedaría marcada para siempre en la historia de la ciudad.
Los italianos realizaron su primera incursión sobre la colonia británica durante aquel mismo verano. Sus aviones habían despegado desde aeródromos en situados en Cerdeña y usando aviones Savoia-Marchetti SM.8., todo ello con un escuadra de solo dos aviones..
Con estas incursiones aéreas cumplían con el expediente con su aliado germano, así de cuando en cuando mandaban un avión, dos… o tres (su mayor escuadra fue de 10 aviones del 132º Gruppo Autonomo Aerosiluranti, el 19 de julio de 1942).
A más de tres mil kilómetros de distancia, en las pistas de un aeródromo italiano, un solitario Savoia Marchetti SM-82 “Marsupiale” se preparaba para su misión. Habían cargado, fijadas al fuselaje, tres mortíferas bombas que el aparato debía llevar desde la isla de Cerdeña hasta la Bahía de Algeciras.
Su objetivo seguramente era hundir alguno de los mercantes atracados en el puerto de la colonia. Sobre las tres de la madrugada del sábado 12 de julio, el SM-82 fue descubierto por los sistemas de detección acústica de la Roca y casi de inmediato soltaba sus tres enormes bombas. Tal vez fuese a causa del fuerte viento de poniente, tal vez fue un trágico error de puntería o su temor a los sistemas antiaéreos británicos, pero lo cierto es que las tres bombas lanzadas por los italianos aquella noche no cayeron sobre los mercantes ingleses, sino en La Línea de la Concepción.
Dos de ellas no hicieron explosión, quedando medio enterradas en las dunas de la playa de Poniente, pero la tercera haría blanco en la esquina que forman las calles Duque de Tetuán y López de Ayala, a la altura de los números 10 y 3 respectivamente según la numeración en vigor de entonces.
La explosión afectó a tres viviendas, ocupadas por la familia Caballero, la viuda de Valdés y sus hijos y la familia Ruiz-Sánchez. A pesar de que estas tres propiedades quedaron reducidas a escombros, el hecho de que la bomba cayese dentro de un pozo había evitado un desastre aún mayor. Aún así, la sacudida de la onda expansiva se haría sentir a muchos metros de distancia. Desde entonces a ese lugar se le conoció como El Patio de la Bomba.
La explosión había destrozado el tendido eléctrico y no había luz. Para facilitar la labor de desenterrar las victimas se sirvieron de los focos de unos camiones militares. Soldados, policías y civiles, algunos de ellos familiares de los que permanecían enterrados, ayudaron en las labores de desescombro. Poco a poco fueron apareciendo las primeras víctimas de aquella tragedia. Los cuerpos de cinco personas: María Caballero Hidalgo, Tomás Caballero Hidalgo, Joaquina Morilla Vega, Julia Rojas Torres y José Luis Valdés Díaz fueron sacados sin vida; también hubo muchos heridos, y los casos más graves, fueron conducidos al Hospital Municipal. El resto fueron atendidos allí mismo.
Tras el bombardeo de La Línea de la Concepción, la ciudad quedó conmocionada por la tragedia de aquella noche. Se decretó día de luto, y entre otras resoluciones, se acordó que todos los actos programados con motivo de la apertura oficial de la Velada quedarían aplazados hasta el domingo.
El sábado 12 de julio, con la presencia del Gobernador Civil y las autoridades municipales, tuvo lugar el sepelio de las víctimas en el cementerio de San José. Varios miles de personas acompañaron a La comitiva fúnebre a lo largo de su recorrido por las calles de la ciudad.
Las otras dos bombas arrojadas aquella noche habían caído sin hacer explosión en la playa de Poniente. Sin dar demasiada publicidad al hecho y tras identificar estos artefactos como italianos, las autoridades españolas se limitarían a plantear una protesta oficial ante los representantes de Mussolini.
A pesar de todo, las madrugadas de los siguientes días (domingo día 13, lunes 14 y martes 15), el SM-82 repetiría sus incursiones contra la Bahía, fastidiando las tres primeras noches de feria que los linenses vivían desde hacía un lustro.
La madrugada del martes 15 los reflectores lograron localizar de nuevo al bombardero enemigo, el cual, ante el fuego antiaéreo, se apresuraría a virar hacia Campamento deshaciéndose de su carga. Esta vez dos de las bombas estallaron en las cercanías de las antiguas pistas del campo del Polo, mientras que una tercera quedaba encajada en las arenosas riberas del rio Cachón.
Así mismo, la madrugada del 17, nuevamente tres bombas fueron soltadas, cayendo al mar y las otras por la cara este del Peñón, en dirección al mar de Levante. En las calles de La Línea cayeron trozos y cascotes de proyectiles antiaéreos.
Según fuentes italianas, desde el bombardeo de La Línea, las incursiones posteriores de los SM-82 habían sido contestadas por fuego antiaéreo procedente de territorio español. Según afirman aquello era una muestra de sus deseos de vengar las muertes de sus compatriotas, aunque lo más lógico es pensar de que en realidad no era más que un intento de hacer respetar el espacio aéreo, como se había hecho en ocasiones anteriores con los aviones franceses.
Los tres días siguientes, los aparatos italianos volvieron a violar el espacio aéreo español y volvieron a soltar nuevamente sus bombas en suelo español sin causar afortunadamente ninguna baja.
Al finalizar la guerra, el gobierno italiano pagaría una indemnización de 250 mil dólares por los daños causados por la Segunda Guerra Mundial a personas y bienes de nacionalidad española en La Línea de la Concepción, así como otra clase de daños causados por hechos de guerra a personas y bienes españoles en el territorio de soberanía española o en el mar. Esta cantidad serviría para amortizar parte de la deuda contraída por España ante Italia durante la Guerra Civil.
En consecuencia, fue finalmente el Estado español quien se tendría que hacer cargo de efectuar el pago de las indemnizaciones a las familias de los fallecidos, cubrir los gastos médicos de los heridos y a la restitución a los afectados por la pérdida de sus bienes.
En la actualidad, la Plaza de España de Sevilla alberga una gran bomba FF italiana que no llegó a explotar lanzada «por error» o temor sobre La Línea de la Concepción.