The Big Picture: Afganistán.
Mes: enero 2013
La principal importancia del país centroasiático reside precisamente en su localización geográfica. Un eventual dominio militar en Afganistán y la conformación de un Gobierno a la medida de las necesidades de Washington, volcaría a su favor las posibilidades para ganar definitivamente el Gran Juego del petróleo (expresión que, no por haber sido acuñada en otro contexto histórico deja de ser útil).
Durante el siglo XIX, con la expresión “El Gran Juego” se designaba la confrontación de dos grandes potencias (o más) en torno al control de las Indias, la extensa colonia británica que, además de sus riquezas, ofrecía múltiples vías de acceso y expansión hacia el centro de Asia. Por más de 100 años, la Rusia zarista disputó a Gran Bretaña la joya asiática, hasta que en 1907 ambos imperios acordaron la división de las zonas de influencia, creando los británicos Afganistán como un estado tapón que contuviera las expansiones zarista en dirección a las costas del Índico y a los campos de petróleo de Persia. En la actualidad los protagonistas y el tesoro en disputa son casi los mismos. Ahora Estados Unidos, es la gran potencia de fines del siglo XX y comienzos del XXI, que intenta dejar fuera del negocio petrolero a los gigantes de Asia (Rusia y China) en una carrera geopolítica en la que son útiles las antiguas recetas expansionistas.
Aunque la prensa occidental habla con euforia del “descubrimiento” repentino del Oro Negro afgano, desligándolo de la invasión y la ocupación del país desde 2001. La realidad es que desde 1938, cuando los británicos construyeron las primeras refinerías en Irán y Arabia, ya existía conocimiento sobre los yacimientos petrolíferos en la región de Angut, al norte de Afganistán, que comenzaron a ser explotados en 1959 por los soviéticos, quienes construyeron el primer gasoducto del país que terminaba en Uzbekistán. Hasta el año 1966 se habían perforado otros 60 pozos en el suelo de las provincias de Herat y Helmand entre otras zonas. En la década de los 80, mientras EEUU armaba a los mercenarios liderados por Bin Laden y les llamaba “luchadores por la libertad”, en su lucha por desmantelar el gobierno socialista del doctor Nayibloha, su valedor, la URSS, proyectaba la construcción de una refinería capaz de producir un millón de toneladas de gas al año.
Con el colapso de la Unión Soviética en 1991, EEUU cambió de objetivos, aparte de impedir la reconstrucción del espacio post-soviético bajo el paraguas de Moscú o la creación de bases militares en la vecindad de China, Rusia e Irán; su nuevo objetivo era la construcción del gaseoducto transafgano TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), desde el mar Caspio al mar Arábigo, con el fin de llevarse el gas de Turkmenistán. Con su “doctrina de la seguridad colectiva”, santo y seña de sus guerras por los recursos, la OTAN no ha conseguido ninguno de los objetivos, ni siquiera con la ocupación directa del país en 2001, y sus 300 mil soldados y decenas de miles de mercenarios y contratistas.
Todas estas maniobras le ha costado a la Alianza, incluida la pérdida de unos 3000 soldados y gastar 6000 millones de dólares al mes desde entonces, darse cuenta de que no tiene nada que hacer en un patio trasero, perteneciente una vez a la URSS y que ahora es terrero de juego de China. De poco les sirvió el informe del Pentágono (2010) que situaba en un billón de dólares estadounidenses el valor de algunas reservas petrolíferas no explotadas de Afganistán. Porque ha sido la empresa china CNPC quien ganó el concurso de licitación (enero 2012)*, y firmó el mayor contrato de petróleo de la historia de Afganistán, para explotar los yacimientos de Amo Darya, y que incluye la construcción de la primera refinería del país. El Congreso de EEUU echaba humo. Duras críticas al Pentágono por su incapacidad para evitar el contrato y a Hamid Karzai por su “deslealtad”. Pero que muestra la realidad del país, el presidente Hamid Karzai y su Gobierno sólo controlan la capital y no mucho más del resto del país, que continúa siendo muy “inestable”
Tres meses después de la Conferencia de Tokio sobre Afganistán (julio de 2012) donde se alcanzó el acuerdo de los países de la OTAN para invertir otros 16.000 millones de dólares en infraestructuras, imprescindibles para empezar a explotar el crudo afgano. Pekín seguía moviendo sus fichas: por primera vez en 50 años, altos cargos de su gobierno visitaron Afganistán para consolidar la estrategia de reconstruir la vieja Ruta de la Seda, crear una extensa red de gasoductos con los países de centro Asía, y así garantizar su seguridad energética. En aquellas localidades que se encuentran bajo el control de los talibán, los chinos han conseguido su colaboración, previo pago tanto ellos o al gobierno de Pakistán, sus actuales valedores, mientras contratan personal local para trabajar, construyen clínicas, escuelas, viviendas, y llevan agua potable y electricidad a los pueblos de alrededor… presentándose como el “imperialista con rostro humano”.
Las rutas del Oro Negro
La realidad es que la economía de Estados Unidos no se mueve por el petróleo o el gas centroasiáticos. Las principales fuentes externas son Venezuela y Arabia Saudita, además del 15 por ciento del petróleo que procede de África, principalmente del “petróleo barato” encontrado en la excolonia española de Guinea Ecuatorial. El negocio que la Casa Blanca quiere asegurar a sus compañías está relacionado con la distribución y comercialización (a las grandes economías emergentes de la zona) del petróleo que se extrae del Mar Caspio, y de los países de Asia Central que hasta hace 20 años estaban bajo la influencia directa de la Unión Soviética.
Un dato a tener en cuenta, es que Asia Central está considerada la tercera región del mundo, en cuanto a reservas de hidrocarburos probadas. Estimaciones recientes indican que el Mar Caspio (principalmente en las costas de Irán, Kazajstán, Azerbaiyán, Turkmenistán y Rusia) contiene reservas de hasta 200 mil millones de barriles de petróleo, lo que alcanzaría para abastecer la demanda de energía en Estados Unidos durante los próximos 30 años. La región contaría además con casi el 50 por ciento de las reservas de gas natural del mundo. Además, en el desierto Karakum, de Turkmenistán, se encuentra la tercera reserva de gas más grande del globo, de aproximadamente 3 billones de metros cúbicos y seis mil millones de barriles en reservas de petróleo. Por su parte, Uzbekistán es calificado como el país con mejores perspectivas para la exportación de gas en los próximos años. Kazajstán, Tayikistán y Kirguistán también cuentan, fronteras adentro, con grandes campos de hidrocarburos que aún no han sido fuertemente explotados. Desde el punto de vista de Washington, el potencial energético de la región se vería más tentador si a ello se agrega la posibilidad de disminuir la influencia rusa con relación a sus vecinos. De hecho, es esto último uno de los objetivos manifiestos de la gestión Obama. Restar aliados a Moscú equivale a ganar el pulso por las rutas del petróleo.
La ruta directa del petróleo del Caspio con destino a Europa se inicia en Azerbaiyán, recorre territorio de Georgia y finalmente llega a Turquía, a través del oleoducto Bakú -Tiflis – Ceyhan -BTC-, este oleoducto fue propiciado por la administración Clinton, aprovechando las simpatías de los gobiernos implicados en la obra. Desde 2005, Rusia perdió el control exclusivo de la comercialización del petróleo del Caspio con Europa. Y es la principal causa del reciente conflicto entre las regiones de población rusa en Georgia. El acercamiento de Estados Unidos a los países centroasiáticos representa una seria amenaza para el Kremlin, que centra sus esfuerzos en voltear la situación.
Además de esto, el control sobre el país de los talibanes se traduce en una inmejorable ubicación de tropas estadounidenses en la frontera con dos de sus principales rivales, para un eventual ataque a Irán, uno de los tres países con mayores reservas de petróleo del mundo y la “mayor amenaza” para la estabilidad de Medio Oriente, y ejercería presión a China en su frontera más alejada, junto a la “rebelde” región del Tibet. Pero más importante es la solución que traería a las compañías petroleras estadounidenses diseminadas en Asia, que todavía no logran exportar del continente todos los hidrocarburos que pueden producir, al no disponer de rutas alternativas.
Con respecto a Irán, Estados Unidos aseguraría a sus corporaciones energéticas que operan en Medio Oriente un camino más seguro para transportar los hidrocarburos, evitando el paso de los buques petroleros por el Estrecho de Ormuz que controla Teherán. Si en el futuro Washington se asegura el corredor de suministros mencionado, y elimina el amplio abanico de la resistencia afgana, quedaría el camino abierto para que comiencen a concretarse los proyectos de construcción de oleoductos y gasoductos a través de Afganistán y Pakistán hacia Karachi. Esta ciudad es el centro comercial y financiero, donde se localiza el único puerto de escala apropiada para la eventual exportación de hidrocarburos provenientes del Caspio y de las vastas reservas del centro de Asia (Turkmenistán, Uzbekistán y otros). Así mismo India (una de las cinco economías más dinámicas del mundo) también podrían ampliar la lista de grandes compradores de la energía transportada hasta Afganistán-Pakistán, lo que disminuiría aún más el peso y la influencia de Rusia en el bloque de potencias del mundo.
Otros tesoros
A demás del oro negro, Afganistán tiene mucho más oro, mucho oro amarillo. De hecho, la compañía financiera JP Morgan Chase firmó con Karzai, en 2011*, un acuerdo por el valor de 40 millones de dólares, para hacerse con una de las minas de oro afgano. Quizás Horst Köhler, el expresidente de Alemania, pensaba en este metal cuando en 2010 sugirió que las tropas de su país están en Afganistán para proteger la economía alemana. Decirlo, le costó el cargo.
La existencia de toneladas de oro, diamantes, esmeraldas, cobre, hierro, uranio, y otros minerales (tales como tierras raras), que a día de hoy pone los dientes largos al Servicio Geológico de EEUU (USGS), ya habían sido documentado, hace un siglo, por las expediciones coloniales rusas y británicas. Más tarde, fueron los geólogos soviéticos los que realizaron un estudio minucioso sobre los tesoros afganos, aunque vuelve a ser China quien hoy se ha llevado el contrato de la mina de cobre de Aynak, la más grande de Eurasia, y posiblemente la segunda reserva mundial de cobre tras Chile, y cuyo valor asciende a 404 mil millones de dólares.
Medio centenar de empresas chinas ya trabajan en la minería afgana. Los indios también roban el mercado a otros competidores como Rusia o Turquía. Las minas milenarias conviven con las sembradas en los últimos años por las compañías estadounidenses, desfigurando la vida de la gente de esta tierra, cuya esperanza de vida que en 1984 era de 48 años, ha caído, tras doce años después de la promesa de liberación por los países “civilizados”, a 44 años.
Ha nacido otro Zaire, otro Congo, a la sombra del baile de buitres sobre los cuerpos de decenas de miles de afganos humillados, torturados, violados, secuestrados y asesinados, mientras los veinte millones de supervivientes siguen sin agua potable, sin luz, y paliando su dolor y hambre con opio, su cultivo se ha disparado de 200 toneladas en 2001 a 6.900 en 2009, según la ONU, gracia al beneplácito de los ocupantes, dejando cientos de millones de dólares de beneficio a los carteles internacionales, entre los que el mismo hermanastro del presidente Karzai levantó su fortuna hasta que fue asesinado en una lucha por el control de este suculento mercado.
Demasiados intereses en Afganistán para que EEUU y sus aliados abandonen el país, a menos que la presión de China y Rusia les corte la respiración.
Durante mucho tiempo, Mali fue uno de los pocos países democráticos ejemplares de África, y uno de los países más pobres del planeta (ocupa el puesto 173 en el índice de desarrollo humano de la ONU). Pero, mientras se producía un golpe militar derrocado al presidente Amadou Toumani Touré, en marzo de 2012, en la capital, Bamako; al sur del país, un grupo de combatientes tuareg conquistaba junto con agrupaciones islamistas la región norte de la nación. Desde entonces la situación bélica en Malí ha tomado un nuevo un giro tras la decisión del Gobierno francés de François Hollande de enviar tropas al país africano para detener la ofensiva islamista. Las Fuerzas Armadas francesas bombardearon intensamente durante tres días el norte del país con la intensión de detener el avance en el centro del país, en apoyo a las fuerzas terrestres gubernamentales, mientras que los países de África Occidental aceleran sus preparativos militares.
Después de varios meses de ofensiva islamista, por fin Francia, antigua metrópolis del país, decide intervenir. Con anterioridad Francia intentó en reiteradas ocasiones persuadir a los gobiernos de Estados Unidos y a Naciones Unidas sobre la necesidad de intervenir en el norte del país. Pero sus múltiples llamamientos cayeron en saco roto. Los factores que han decidido a Hollande a intervenir en el país, se encuentra el hecho de que diversos grupos islamistas mantienen como rehenes a ciudadanos franceses en África. Pero, además, intervienen los intereses económicos. Alarmado por las recientes conquistas en su avance, el Consejo de Seguridad destacó este viernes que la misión de respaldo Afisma debe empezar a intervenir con mayor rapidez en el país.
El rival en está guerra, los llamados “rebeldes”, dicen desde occidente que están liderados por la organización terrorista Al Qaeda en el Magreb Islámico. Así hay estimaciones que esta red dispone de millones de dólares generados por el tráfico de drogas y el dinero obtenido a cambio de la liberación de extranjeros secuestrados. Según “verídicas” fuentes de los servicios secretos de los estados occidentales, los islamistas cuentan en el norte del país con 6.000 combatientes entrenados, entre ellos yihadistas de Egipto, Sudán y otros países. En sus filas también luchan hombres tuareg que se denominan ‘Ansar Dine’. Junto a ellos figura además el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental, que también defiende la implantación de la sharia (ley islámica). Algunos conocedores del continente africano afirman que el conflicto en Mali es una venganza por la muerte del líder libio Muamar al Gadafi. El líder libio reclutó en su momento a tuaregs del norte de Mali como fuerzas de seguridad. Al derribar el régimen de Gadafi, muchos de ellos regresaron a su país provistos de armas modernas y financiados, una vez de regreso a su país dieron el respaldo a los insurgentes en su lucha contra el Gobierno, en el sur del país.
Pero no solo se trata de un intento de estabilizar el país, detener las actividades de los islamitas, que en los últimos días han ordenaron destruir numerosos objetos de valor histórico que se encontraban en la ciudad de Tombuctú, donde hay lugares que son Patrimonio de la Humanidad. Los analistas temen que el enorme norte del país, al quedar fuera del control estatal, se convierta en una zona de crecimiento de células terroristas, tal como sucedió en Afganistán con la llegada del régimen talibán. Y a igual caso, la opinión pública internacional comienza a fijarse en el conflicto, como en el caso de Afganistán, con la destrucción de valiosos objetos culturales.
Pero el mayor temor de Estados Unidos es por la posibilidad de que los tuareg accedan al mayor recurso natural de este país, sus minas de uranio (además de ser el tercer productor de oro del continente). Si los rebeldes establecen su control sobre los yacimientos, temen desde EE.UU. que busque maneras de vender este uranio, y como no, el primer nombre en aparecer es Irán. Esa evolución de la situación no le gustaría a EE.UU. ni a sus socios de la OTAN. Pero, EE.UU. se ha encontrado con una situación que no esperaba, tras gastar en los últimos cuatro años, entre 520 y 600 millones de dólares para hacer frente a los militantes islamistas en los países del oeste del África, ahora todos los programas del entrenamiento se fueron al traste cuando combatientes islamistas, curtidos en combates y armados hasta los dientes, regresaron de Libia. Se aliaron con grupos yihadistas como Ansar Dine, echaron raíces en el Ejército maliense y lo desmoralizaron hasta tal grado, que en Bamako se produjo el golpe militar contra el Gobierno sin que Washington hubiera detectado síntomas alarmantes. Al frente de los golpistas estaba el capitán Amadou Sanogo, uno de los oficiales entrenados por asesores estadounidenses. Y en su infinita sapiencia EE.UU. olvidó que varias unidades de élite estaban bajo el mando de los tuaregs, tribu que lleva medio siglo peleando contra el Gobierno central. Cuando se proclamó la independencia de Azawad en el norte de Mali, en abril pasado, tres de las cuatro unidades desplegadas en la zona y dirigidas por jefes tuaregs se pasaron al bando de los insurgentes con todos los efectivos, armas y equipos correspondientes. Se les sumaron luego otros 1.600 desertores del Ejército gubernamental.
Pero lo que es particularmente irónico es que el país que probablemente más se beneficie de la intervención militar es otro, mucho más alejado, pero importante en la región como es China. Francia y sus socios deben preservan la seguridad no sólo del régimen tambaleante de Malí, sino también de los países vecinos de Malí, todos ellos ex colonias francesas, ninguno de los cuales tienen una seria estabilidad, como recientemente el caso de Costa de Marfil. Pero lo que es importante para China, es que cada uno de esos países hace grandes negocios con el gigante asiático. Y China, para alimentar su creciente economía, está dispuesta a llevarse bien con todo el mundo en el poder. No van organizando golpes de estado, derrocando a regímenes o imponiendo sus puntos de vista.
Así en el vecino Níger, donde Francia cuenta con un programa de cooperación militar, una compañía china opera la que es la mina de uranio más grande de China, en Azelik, rompiendo lo que era un monopolio de facto sobre las reservas de Níger que antes disfrutaba Francia. Y que ahora teme perder en Malí, si triunfa el movimiento “rebelde”. China también opera un gran campo de petróleo y ha firmado un acuerdo para modernizar los suministros de energía del país. En Chad, donde el ingreso per cápita es unos 900 dólares por año, los franceses tienen una gran base aérea que se utiliza para su ofensiva en Mali. Los chinos tienen un tipo diferente de operación: Su corporación petrolera nacional está apoyando un proyecto de mil millones de dólares, poner 300 kilómetros de tuberías desde los campos petrolíferos en el sur de Chad a una refinería de construcción china, cerca de la capital, Yamena. La refinería es propiedad conjunta de China y Chad. China también está construyendo un nuevo aeropuerto internacional cerca de la capital. En la ya mencionada Costa de Marfil, que fuera la joya de la corona colonial francesa, también tiene una base militar francesa, y un montón de intereses comerciales franceses. Sin embargo, sólo dos días antes que el presidente Hollande interviniera en Malí, se anunció en Abidjan, que China y Costa de Marfil habían acordado un préstamo masivo de 500 millones a un bajo interés por parte de China Export Import Bank con el fin de financiar la construcción de una central hidroeléctrica, (por una empresa de ingeniería china) que será la más grande en el país y exportará energía a los países vecinos.
Así pues los yacimientos estratégicos de uranio en Malí son un elemento importante en el conflicto. Las compañías francesas, con el gigante Areva a la cabeza, son las que explotan el uranio de Mali y Níger y son varias las firmas occidentales que buscan petróleo y gas natural precisamente en el territorio controlado por los tuareg y explican en parte el interés de las fuerzas occidentales en la región.
Las grandes sequías que han sacudido el Sahel desde la pasada década de los 90 ha erosionado a la sociedad tuareg, con continuos desplazamientos de grupos hacia el sur en busca de inexistentes oportunidades. Ahora la situación es aún peor por el aumento incesante del precio de las semillas y de los alimentos. Así como el conflicto en Libia ha tenido su efecto dominó en Níger y Malí, donde los pueblos nómadas Tuareg aprovecharon la falta de control del potente arsenal de Gadafi han participado en una oleada de secuestros y levantamientos armados conocidos como la ‘rebelión Tuareg’ del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA). Que se constituyó en octubre de 2011, un grupo político-militar que lucha por la independencia de Azawad, región que abarca casi todo el norte de Mali, parte del norte de Níger y el sur de Argelia, donde han vivido tradicionalmente los tuareg. La rebelión, dio un paso más al proclamar la independencia de la región de Azawad, en Mali, vetada de inmediato tanto por la Unión Africana, como por la UE y EE UU. Territorios que incluyen regiones de Níger septentrional en los alrededores de la ciudad de Arlit, una ciudad industrial situada en la región de Agadez, donde se extrae uranio por empresas francesas en dos minas de uranio grandes (Arlit y Akouta).
Arlit, es conocida debido al tema de las falsificaciones de la compra de uranio de Níger por parte de Irak, cuando se alegó que Saddam Hussein había intentado comprar polvo de uranio, al afirmarlo el Presidente George W. Bush en su Estado de la Unión de 2003, donde declaró, “El Gobierno británico ha aprendido que Saddam Hussein buscó recientemente cantidades significativas de uranio en África”. Ahora, similar excusa se utiliza, como hemos visto, en el caso del conflicto con Irán.
Por otra parte, representantes de la sociedad civil de Mali, los partidos políticos del país, y la junta militar que perpetró el golpe de Estado el pasado marzo, iniciaron en Uagadugu (Burkina Faso) conversaciones con la mediación del presidente de este país, Blaise Compaoré, para definir los pasos hacia la transición.
“El futuro de Mali debe orientar todas nuestras acciones y nuestros pensamientos y por ello todos los actores deberían estar unidos y movilizarse por los objetivos de la transición”, afirmó el presidente de Burkina Faso al inicio de las conversaciones.
En resumen, todo el conflicto es acerca de las reservas de uranio que se encuentran en las áreas de Tuareg de Malí, Níger y Libia, el siguiente paso será la intervención de UN/CEDEAO y la OTAN para el mantenimiento de la paz, la intervención militar y la matanza de miles de Tuaregs. Así la imagen exótica de los ´hombres azules´, que nunca enseñan el rostro y con la piel teñida del azul índigo con el que colorean sus túnicas, ya es casi del pasado.
Un día como hoy, 8 de enero, de 1977 se produjo el primer atentado registrado en el metro de Moscú. Eran los años de Leonid Bréznev, cuando separatistas armenios mataron a siete personas con una bomba.
El explosivo detonó a las 17:33 hora de Moscú, entre Izmaylovskaya y las estaciones de metro Pervomayskaya. La explosión fue programada para la hora punta con la intensión infligir tanto daño como fuera posible. La explosión también mató a varios niños que volvían de las tradicionales fiestas de Año Nuevo en el Kremlin.
Fuente: Rusia hoy.