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Mes: noviembre 2021
Durante el periodo de 1969 y 1982 las relaciones hispano-británicas en torno a la situación de Gibraltar hicieron que la Verja de Gibraltar permaneciera totalmente bloqueada, quedando también prohibido el tránsito aéreo hasta el año 2006.
En el año 1953 el gobierno español del general Franco, reclamó la devolución del Peñón en virtud de supuestos acuerdos hispano-británicos alcanzados previamente, sin obtener respuesta por parte del gobierno de Londres.
Tras esta declaración, en 1954, coincidiendo con la visita de la reina Isabel II del Reino Unido a Gibraltar, el Gobierno de España empezó a tomar las primeras medias de protesta. El consulado español en Gibraltar fue clausurado y el paso de españoles, ya fueran trabajadores o turistas, a Gibraltar fue prohibido por las autoridades españolas durante los días en las que la reina británica permaneció de visita en la colonia.
Tras la aprobación por parte de la Asamblea General de la ONU de dos resoluciones sobre el tema (2231 (XXI), «Cuestión de Gibraltar» y 2353 (XXII), «Cuestión de Gibraltar»), se realizó la primera propuesta formal de devolución, llevada a cabo el 16 de mayo de 1966 por el Ministro de Asuntos Exteriores Fernando María Castiella, en nombre del Gobierno de España. En ella se solicitaba la anulación del Tratado de Utrecht. El Gobierno británico rechazó contundentemente esta propuesta.
En 1966 las telecomunicaciones fueron cortadas, militarizando a los trabajadores de telefónica, para juzgarlos por lo militar en caso de negarse. Manuel Cámara cortó el cable de teléfonos dejando Gibraltar incomunicada, hasta 2007, entre España y dicha colonia, así como la conexión por transbordador entre Algeciras (Cádiz) y el Peñón (hasta 2009), debiendo la colonia británica abastecerse a través de vías específicas alternativas.
Como medida de presión, el gobierno britanico realizó una consulta censitaria entre los ciudadanos de Gibraltar el 10 de septiembre de 1967, denominada «referéndum de soberanía«. La consulta, que no reunió las garantías democráticas más básicas, arrojó más del 99 por ciento de votos en contra de la devolución del Peñón a España. El Reino Unido ratificó una nueva legislación principal para el territorio en 1969, dando paso a la creación del llamado «Gobierno de Gibraltar».
En respuesta a estos resultados, y a que aviones de guerra británicos comenzaron a hostigar a la población de La Línea de la Concepción (Cádiz) violando el espacio aéreo español, el Jefe del Estado español, el general Francisco Franco, ordenó el cierre permanente de la Verja el 8 de junio de 1969 y el corte de todas las comunicaciones de España con el Peñón.
La idea del Gobierno franquista era que Gibraltar cayera como fruta madura, tal como había afirmado Franco al diario Arriba en 1950, se equivocaba de pleno. La situación volvía a ser similar a las vividas en el siglo XVIII, pues no se cerraba la frontera terrestre de manera continuada desde los famosos asedios. Además, durante los años del cierre de la verja influyó un asunto que, en el siglo XVIII, no era tan poderoso: la propaganda mediática.
En Gibraltar se podía ver la televisión española o escuchar la radio, y fueron testigos de la maquinaria informativa que se creó en España frente a Gibraltar, con el fin de convencer a la opinión pública española de que había sido una decisión correcta. De este modo, no podía más que aumentar la desconfianza de los gibraltareños hacia España, que se tornó en decidida aversión. Todavía se recuerdan en Gibraltar los difíciles primeros momentos, en los que la carestía de alimentos y de otros recursos (que entraban por la frontera) complicaron mucho sus vidas.
Esto incluía las conexiones terrestres para peatones y vehículos, las conexiones aéreas directas entre Gibraltar y España, la conexión marítima del transbordador entre Algeciras (Cádiz) y el Peñón, así como las conexiones de telecomunicaciones.
Las peores consecuencias del cierre de la verja la sufrió la ciudad de La Línea que dependía económicamente de la colonia británica. Como resultado de esto, más de 4.800 ciudadanos españoles perdieron sus empleos en Gibraltar, lo que dio lugar al inicio de una depresión económica en la inmediata comarca del Campo de Gibraltar. En dos años perdió la mitad de su población y miles de familias huyeron de la ciudad.
Separó a centenares de familias que, desde entonces, tenían que acudir a la verja a verse y hablarse a gritos, salvando una distancia de unos cien metros, o bien coger un barco hasta Marruecos para llegar a Algeciras, en una alternativa que hacía infinitamente más largo cubrir una distancia que, andando, era de apenas unos kilómetros.
Durante el tiempo que transcurrió el cierre de la frontera y las conversaciones sobre el futuro de la colonia británica detenidas, el Gobierno español de la época decidió, como medio para presionar aún más a Gibraltar, urbanizar todo el suelo neutral entre esta valla y la antigua Línea de Contravalación, que hoy en día se corresponde con la Avenida del Ejército de la ciudad linense.
En este espacio fueron construidos, entre otras instalaciones, el puerto, el Palacio de Congresos, la estación de autobuses, el Parque Municipal y el estadio de fútbol de la Real Balompédica Linense, todos ellos adscritos al municipio de La Línea de la Concepción (Cádiz). La posición española de cierre de la verja se mantuvo sin cambios durante el resto del tiempo de vigencia del régimen franquista.
Durante la década de los 60, el Gobierno español puso en marcha los Planes Nacionales de Desarrollo. En ese marco se calificó el Campo de Gibraltar como Zona de Preferente Localización Industrial, que favoreció que en la bahía de Algeciras se instalaran varias grandes empresas que favorecieron el crecimiento económico de la zona, que hoy es el primer polo industrial de Andalucía. Entre ellas, una refinería de petróleo (1967), la procesadora de papel CELUPAL (1969), la factoría de ACERINOX (1973) o la central térmica de carbón de Los Barrios (1974), entre muchas otras.
Tras la muerte de Franco y la llegada de los primeros gobiernos democráticos, el cierre de la frontera permaneció, demostrando que el contencioso trascendía los regímenes políticos de ambos países. Finalmente el 10 de abril de 1980 el Ministro de Exteriores de España, Marcelino Oreja, y su homólogo del Reino Unido, Peter Carington, firmaron la Declaración de Lisboa, comprometiéndose a resolver el problema de Gibraltar y acordando restablecer las comunicaciones directas en la región, lo que sin embargo no se llevó a la práctica de forma inmediata.
Finalmente se puso fin al bloqueo para el tránsito de peatones el 14 de diciembre de 1982, siete años después de la muerte de Franco, al inicio de la presidencia española de Felipe González.
De esta manera terminaban 13 años de bloqueo terrestre y aislamiento del Peñón, en la acción más hostil por parte de España hacia Gibraltar desde el sitio de Gibraltar entre 1779 y 1783. Tras esta primera apertura al tránsito de peatones, permanecieron sin embargo el resto de restricciones establecidas en junio de 1969.
Se produjo entonces un nuevo acuerdo hispano-británico, la Declaración de Bruselas del 27 de noviembre de 1984, firmada por el Ministro de Asuntos Exteriores de España, Fernando Morán, y el Secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido y de la Commonwealth, Geoffrey Howe, con el objeto de implementar lo acordado en la Declaración de Lisboa de 1980. De forma progresiva, se ampliaron las condiciones de circulación, pero pasarían sin embargo décadas hasta el restablecimiento de algunas otras de las formas de comunicación cortadas en 1969.
Pasadas las campanadas de la medianoche, después de trece años de interrupción de comunicaciones desde el lado español, unas quinientas personas se hallaban concentradas en los alrededores de la frontera, deseosas de saludar a sus familiares o amigos al otro lado de la verja.
La apertura de la verja se produjo entre la emoción de las personas concentradas y de las primeras que atravesaron la frontera. Francisco Romo Martín, un linense de 52 años (y tío de mi padre), fue el primero en pasar desde el Peñón, adelantándose en el último momento a Carmen Worb, mientras se descorchaban botellas de champaña y una tuna amenizaba el histórico acontecimiento.
La Línea esperó ayer con ansiedad las doce campanadas de medianoche, que en esta ocasión traían consigo la reapertura de la verja que la separa de Gibraltar. Durante todo el día las comunicaciones telefónicas con Gibraltar estuvieron bloqueadas por las llamadas entre familiares que viven a un lado u otro de la verja, y que establecían sus citas.
La decisión del Gobierno de la colonia de mantener cerrado el lado británico de una a seis de la madrugada fue anulada anoche, por presiones del Gobierno de Londres. Francisco Romo Martín, linense de 52 años y residente en Gibraltar, fue la primera persona en pasar la verja, a las cero horas de hoy. Para conseguirlo ganó en apretada carrera a Carmen Word. Una hora después, alrededor de unas quinientas personas esperaban a cada lado de la verja el momento de traspasarla. La noticia de que Gibraltar iba a mantener abierto su lado durante toda la noche, en contra de lo anunciado, colaboró al carácter festivo de la jornada.
Desde dos horas antes del momento fijado para la apertura, la medianoche, a ambos lados de la verja había una gran cantidad de personas, más en la parte española que en la británica. En los dos lados había vivas a España, algunas botellas de champán y frecuentes cánticos. A las doce en punto, Carlos Pozas, director de la aduana, abrió el cerrojo que hasta ahora impedía el paso peatonal de la zona gibraltareña a la española. Carmen Word y Francisco Romo eran las dos personas situadas en cabeza de la cola formada para pasar hacia el lado español.
Carmen Word atravesó antes la verja, pero Francisco Romo la adelantó briosamente en los tres metros que separan la verja de la garita y depositó su pasaporte antes que ella. Las personas que pasaron del lado español al gibraltareño tenían la desventaja de atravesar los cien metros de zona de nadie que ocupan las aduanas, con lo que se quedaron sin posibilidades de competir por el primer puesto. Francisco Romo tiene 52 años, nació en La Línea y trabaja durante los inviernos en Gibraltar como pintor de brocha gorda. Vivía en una embarcación hasta que hace poco el cura párroco de una iglesia católica del Peñón le permitió dormir en un remolque junto a la iglesia, a cambio de ejercer tareas de guardián nocturno.
ALFREDO RELAÑO – https://elpais.com/diario/1982/12/15/espana/408754802_850215.html
La Línea – 15 DIC 1982 – 00:00 CET