Detrás de las cámaras: Gladiator (2000) Ridley Scott. Imágenes del rodaje con el atrezo de efectos especiales en Malta. Donde se construyó una réplica de un tercio del anfiteatro de 15 metros de altura. Las partes restantes se incluyeron digitalmente en postproducción. El guion contenía una escena en la que Máximo se enfrentaba a un rinoceronte. Pero debido a la dificultad de entrenar a uno o recrearlo mediante CGI de una manera realista, se eliminó esta batalla en la cinta.
Golden City fue el lugar de grabación de películas situado en el Parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares y fue el primer poblado cinematográfico estable del ‘Oeste’ en España y en Europa.
En 1962, Eduardo Manzanos Brochero, productor, guionista y director, propone el proyecto y su construcción a los decoradores Jaime Pérez Cubero y José Luis Galicia (cuñado del propio Manzanos), para ello alquilan una explanada propiedad del Ayuntamiento. Fue construido por un centenar de hombres que emplearon 75.000 horas de trabajo en total.
Se utilizaron 30 kilos de dinamita y 500 metros lineales de barrenos para volar las tierras pedregosas. En total se emplearon 300 metros cúbicos de madera, sesenta toneladas de cemento y medio millón de ladrillos, para la construcción de los edificios. Cubero y Galicia, llegarían a un acuerdo con el productor Eduardo Manzanos, para construir y gestionar ellos, todos los decorados de los rodajes.

Golden City debe su nombre al escenario principal de El sherrif terrible (1962) Antonio Momplet, Alberto De Martino, la primera película producida en Hoyo. El set estaba formado por una calle ancha, de unos 100 metros de largo, cerrada por el lado norte por un gran saloon. El poblado contaba con unos 15 edificios estables, a los que se añadían construcciones formadas sólo por fachadas.
La primera película que se rodó allí fue El sheriff terrible de Alberto de Martino, en el año 1962. Dos años más tarde llegaría Sergio Leone para rodar la emblemática Por un puñado de dólares, película con la que empezaría el boom del Spaghetti Western.
Un total de 68 westerns se rodaron es esta localización desde 1962 hasta 1973. A partir de 1972, los rodajes empezaron a ser cada vez menos frecuentes, debido a la progresiva decadencia del género y a que los productores preferían rodar en Almería. Con el descenso del número de rodajes también bajaron los ingresos, con lo que los decorados se fueron deteriorando lentamente, como se puede ver por ejemplo en el western Un, dos, tres, dispara otra vez (1973) Tulio Demicheli, uno de los últimos westerns rodados allí.

En 1962, la revista «Blanco y Negro» publicó un reportaje gráfico de seis páginas sobre Golden City titulado «El «lejano oeste» en Madrid». Su autores fueron Guillermo Bolín y Teodoro Naranjo. Se menciona al productor de cine Eduardo Manzanos. En aquel momento, la película «El sheriff terrible» ya se había terminado de rodar; «Cabalgando hacia la muerte (El Zorro)» se estaba grabando y tenían dos títulos en preparación: «Tres hombres buenos» y «Bienvenido, padre Murray», ambos estrenados en 1963.
Blanco y Negro, el 22 de septiembre de 1962
El el último de los westerns rodado en esta localización sería Mano rápida (1973), dirigido por Mario Bianchi. Como resultado de ello, Eduardo Manzanos Brochero decidió, en 1975, no renovar el contrato, dejando una importante deuda. Los restos del set se mantuvieron unos años (hasta mediados de los 80 más o menos), para desaparecer posteriormente. Aún se pueden ver algunos rastros del poblado como: un par de abrevaderos, algún resto de estructura y un montón de ladrillos esparcidos por la pradera. Por otro lado, en las cercanías de Golden City, también se construyeron dos ranchos y un fuerte de los que tampoco queda nada.

Por un puñado de dólares (1964), Sergio Leone, interpretado entre otros por Clint Eastwood y Gian Maria Volonté, es la producción más célebre que recaló en Hoyo de Manzanares. Casi la totalidad del metraje fue rodado en el set y en inmediaciones de la Comunidad de Madrid como Aldea del Fresno. Esta película supuso el despegue del euro western a nivel internacional, llamado despectivamente como spaghetti-western.

El escenario aparece incluso filmes eróticos como Las chicas del salón dorado (1975) Gilbert Roussel, en el que aparecen escenas reutilizadas de El vengador de California (1963) Mario Caiano. Costumbre habitual en la época la de reutilizar metraje de otras películas.
Otras producciones como Orgullo y pasión (1957) Stanley Kramer, con Sophia Loren, Cary Grant y Frank Sinatra, también rodaron en estos escenarios como indica la hemeroteca de ABC, que se grabó parcialmente en Hoyo y la vecina Colmenar Viejo.
En 1968 se construiría una calle estilo Chicago, para el rodaje de Tiempos de Chicago (1968) de Julio Diamante. En dichos decorados se llegarían a rodar como mínimo cinco producciones más.
De Golden City apenas quedan vestigios: dos abrevaderos y algún bloque de ladrillos escondido bajo la vegetación. Además se pueden apreciar ocho cementerios y algunos con tumbas, donde existen aproximadamente 13 películas en las que aparecen estos cementerios, inclusive Por un puñado de dólares.

La autoría de la Gran Esfinge de Guiza (Egipto) es incierta, aunque se le atribuye a dos faraones del Imperio Antiguo. La primera hipótesis sugiere que fue construida en tiempos del faraón Kefrén, y se basa en la similitud de estilos arquitectónicos entre este monumento, el complejo funerario que rodea a la segunda pirámide, la calzada y el Templo del Valle que también forma parte del conjunto construido por este monarca.


La cara humana sobre el cuerpo de león de la esfinge correspondería entonces a la del Faraón Kefrén o tal vez a la de su padre, Khufu (Keops). En la Estela del Sueño (un muro de granito de 2,15 metros ubicado a los pies de la esfinge, en el que el faraón Tutmosis IV -1401 AC-1391 AC menciona que desenterró el monumento ya que, en un sueño, la esfinge le prometió el trono si la liberaba de las arenas del desierto) aparentemente se adjudica la autoría de la Esfinge a Kefrén, pero la evidencia no es concluyente, pues partes del texto se perdieron durante una re-excavación en 1925

Otros arqueólogos aseguran que la Esfinge ya existía en tiempos de Khufu (padre de Kefrén), basándose en pasajes escritos en algunas estelas desenterradas por los arqueólogos. Algunos eruditos, basándose en la orientación astronómica del monolito, creen que su antigüedad sería de unos 12 mil años, mientras que otros, basándose en la teoría del desgaste climático, proponen una edad de al menos seis milenios. Estos últimos científicos opinan que el estado de deterioro de la Esfinge no es compatible con su antigüedad oficial, pues lo consideran obra de lluvias torrenciales que no se producen en la meseta desde miles de años antes del Imperio antiguo.
Según el historiador árabe del siglo XV, Al-Maqrizi, la desaparición de la nariz de la Esfinge fue atribuida a Muhammad Sa’im al-Dahr, un fanático religioso Sufí, que, en 1378, al ver que los campesinos hacían ofrendas a la Esfinge para conseguir mejores cosechas, decidió dañar el monumento, destruyendo su nariz y parte de sus orejas, por lo que fue acusado de vandalismo y ejecutado. Según al-Maqrīzī, muchas personas que vivían en la zona creían que el aumento de arena que cubrió la meseta de Guiza era una retribución por el acto de desfiguración de al-Dahr.

La esfinge permaneció durante muchos siglos prácticamente enterrada bajo la arena del desierto y sólo era visible su cabeza. En 1817 se realizó la primera excavación y se liberó la escultura hasta los hombros. En sucesivas excavaciones y restauraciones, llevadas a cabo durante casi dos siglos, la construcción ha quedado tal como la podemos admirar hoy en día. En uno de esos trabajos, precisamente, apareció enterrada a los pies de la esfinge una gran barba ceremonial. Los egiptólogos determinaron posteriormente que esa barba hallada era de la esfinge, aunque aclararon que no correspondía a la escultura original, sino que fue añadida siglos después como un atributo de poder.
Detrás de las cámaras: Star Wars (1977) George Lucas. Miembros de la Alianza Rebelde haciendo cola para el almuerzo durante el rodaje de Star Wars en Elstree Studios en 1976.
Santa Sofía o, como la llaman los turcos, Ayasofya, es el símbolo de Estambul. Fue construida durante el mandato de Justiniano entre los años 532 y 537 y es una de las obras maestras del arte bizantino.
Entre 1204 y 1261, Santa Sofía fue la iglesia del Papa. Después de funcionar como iglesia durante más de 900 años, en 1453 fue tomada por el Imperio Otomano y convertida en mezquita. Los otomanos dotaron a la iglesia de cuatro minaretes, una escuela teológica y un comedor público.
En 1935, Atatürk transformó el templo en un museo, hasta que, recientemente, en el año 2020 ha sido convertida de nuevo en una mezquita. Situada en el punto más alto de Estambul, Santa Sofía define la panorámica de la ciudad. Sus cuatro minaretes y su cúpula de más de 30 metros de diámetro son la imagen más característica de la metrópolis turca.
El interior de Santa Sofía resulta sobrecogedor: las dimensiones de la sala principal (70 por 74 metros), la iluminación difusa y las columnas monolíticas reciben a los visitantes con los brazos abiertos.
Lamentablemente, con la reciente reconversión de Santa Sofía en mezquita, las imágenes están prohibidas en el templo, por lo que se han colocado unas cortinas para cubrir los históricos mosaicos de la segunda planta, además de los enormes medallones que decoraban las instalaciones.
En la segunda planta también se conserva la tumba de Enrique Dándolo, duque veneciano que murió en Constantinopla en 1205.
En Breve historia desconocida, hablamos sobre la “pandemia de baile” que azotó Europa después de la Peste Negra.
Crónicas de la época medieval, (alrededor de una docena de autores medievales que hacen referencia a acontecimientos similares) comparten experiencias en distintos localidades europeas. Describían los hechos en donde miles de personas bailaron en agonía durante días o semanas, mientras le imploraban a sacerdotes y monjes para que salvasen sus almas. Esta pandemia del baile, también llamada coreomanía, se extendía por el viejo continente.
«Una secta extraña, formada por mujeres y hombres de varias partes de Alemania que llegó a Aachen (Aquisgrán) y de ahí siguió hasta Hennegau y a Francia. Su estado era el siguiente. Tanto hombres como mujeres habían sido tan ultrajados por el diablo que bailaban en sus casas, en las iglesias y en las calles, tomados de la mano y saltando en el aire”
Pedro de Herental, 1373
Así describió fray Pedro de Herental a ese grupo de personas que danzaba maniaticamente por todos lados. Era el año 1374, apenas unas décadas después de que la Peste Negra había alcanzado su pico de exterminio. No existen cifras oficiales, pero se calcula que la Peste, que alcanzó su máximo de fatalidades entre 1347 y 1353, mató entre el 30 % y el 60 % de la población, un total de 25 millones de personas, a las que se le suman entre 40 y 60 millones en África y Asia.
Existían antecedentes documentados sobre este comportamiento contagioso desde el siglo XI, que comenzaba con una persona y se le iban sumando más y más individuos hasta convertir la escena en algo caótico y totalmente incontrolable.
El primer incidente de coreomanía se produjo en la víspera de Navidad en 1021, cuando menos de 20 personas comenzaron a bailar frente a la iglesia de Kölbigk, Alemania. Según cuenta un cronista, el sacerdote los maldijo a bailar por un año entero por no respetar la misa y que así sucedió. En el día anterior a Navidad de 1022 se detuvieron y cayeron al piso, algunos durmieron por semanas, otros jamás despertaron. El poeta Manuel des Pechiez, en un texto de 1260, recoge esta experiencia.
Otro caso similar está recogido en 1247, ahora en Erfurt, también Alemania. Un gran grupo de niños viajó hasta Arnstadt bailando durante todo el camino y, según algunas fuentes, esta experiencia dio origen a la leyenda del flautista de Hamelin. En Erfurt, unas décadas después, la pandemia llegó a tal punto que alrededor de 200 personas terminaron bailando en el puente de ingreso al pueblo hasta que éste se derrumbó, por lo que todos murieron ahogados en el río Maastricht.
En aquella época las ciudades de Colonia, Flandes, Franconia, Hainaut, Metz, Estrasburgo, Tongeren o Utrecht también llegaron a reportar casos, luego siguieron Augsburgo y Estrasburgo, en 1418. En Schaffhausen, cuentan que un monje bailó hasta la muerte y en Zúrich la plaga enloqueció a un grupo de mujeres.
También existen eventos que parecen invenciones de la época, entre estos pueden incluir los eventos de Kölbigk, Erfurt y Maastricht, estos relatos fantásticos reflejaban una sociedad profundamente ignorante, no se puede decir los mismo de los brotes de 1374 y 1518, por ejemplo, donde la documentación es vastísima, y van desde crónicas de puntos alejados hasta órdenes municipales, sermones y vívidas descripciones, como las escritas por el médico renacentista Paracelso, responsable del término coreomanía: choros (baile) y manía (locura).
Quizás la más conocida epidemia de baile fue un caso de coreomanía registrado en Estrasburgo, por entonces ciudad del Sacro Imperio Romano Germánico (ahora al noreste de Francia), a mediados de 1518.
Según cuenta las crónicas de la época, una mujer llamada Frau Troffea comenzó a bailar descontroladamente sin poder parar. Diversas personas se unieron a bailar sin descanso durante días y, al cabo de aproximadamente un mes comenzaron a sufrir invalidez en las piernas y ataques epilépticos. La mayoría murió como consecuencia de infartos, derrames y agotamiento.

Este hecho se mantuvo por cuatro a seis días. En una semana se habían unido 34 personas más y en un mes cerca de 400 bailarines. Algunas de estas personas finalmente murieron de ataques al corazón, derrames cerebrales o agotamiento.
A medida que la «epidemia» de baile empeoraba, nobles preocupados con lo acontecido buscaron el consejo de médicos locales, quienes descartaron causas astrológicas y sobrenaturales, y en su lugar anunciaron que la epidemia se debía a una enfermedad causada por un aumento en la temperatura de la sangre.
Sin embargo, en vez de prescribir sangrías, las autoridades persuadieron a que la gente continuara bailando, en parte abriendo dos mercados e incluso construyendo un escenario. Así el mercado de grano que se hallaba detrás de la catedral fue requisado. Se instalaron plataformas y se contrató a músicos para acompañar a los danzantes.
Todo esto debido a que creían que si las personas bailaban día y noche, se mejorarían. Para incrementar la efectividad de la cura, incluso contrataron músicos para mantener a los enfermos bailando. Algunos de los bailarines fueron llevados a capillas, donde buscaron la cura de su enfermedad.
Documentos históricos, incluyendo «apuntes de doctores, sermones, crónicas locales y regionales e incluso notas publicadas por el municipio de Estrasburgo» son enfáticas en que las víctimas bailaban.

La solución adoptada por el ayuntamiento no resolvió el problema, más bien al contrario. El número de afectados continuó creciendo, así como el de víctimas. Se tomó la decisión de desinstalar la pista de baile y se promulgó una ordenanza municipal que prohibió la música y danza en toda la ciudad, salvo para festejar bodas (e incluso en ese supuesto, nada de tambores). Desbordadas, las autoridades civiles pasaron el problema a las religiosas. En ausencia de otras explicaciones, la idea de que se trataba de un castigo divino no tardó en extenderse.
De acuerdo con la tradición, San Vito podía castigar a través de convulsiones y ataques de epilepsia, conocidos ampliamente como chorea sancti viti (baile de San Vito). El obispado decidió una peregrinación hasta la ermita consagrada al santo en una gruta a las afueras de Saverne, en los Vosgos. Allí los danzantes se calzaron zapatos rojos y caminaron alrededor de las reliquias de San Vito y de la Virgen. La mayoría de ellos, nos dicen las crónicas, recuperaron el control corporal.
España también tuvo sus casos. Así lo describió Xesús Taboada Chivite en su Etnografía galega en la que sostiene una relación entre las pandemias de baile con la foliada, el baile tradicional del norte del país.

Las pandemias del baile también tuvieron su efecto en el arte y la literatura. Pieter Brueghel ‘el viejo’ realizó un grabado que luego inspiró los de Hendrik Hondius e incluso a Pieter Brueghel ‘el joven’, que replicó trabajos de su padre pero agregando color. La Danza de la Muerte o Danza Macabra, por ejemplo, fue un género que se popularizó desde fines de la Edad Media, en la que personificaba a la muerte como un esqueleto, que invitaba a miembros de todos los estratos sociales, de emperadores a campesinos, a un baile que significaba el fin de sus días.
La Danza de la Muerte tuvo muchas representaciones, pero una de las más famosas es la de Hans Holbein ‘el joven’, quien alrededor de 1526 realizó una serie de xilografías en madera para un libro; hasta ese momento solo había recreaciones en cuadros, por lo que llevó la experiencia al interior de los hogares.
Existen teorías sobre que las danzas macabras tuvieron sus propias expresiones bailables, e incluso en teatro a lo largo del siglo XIV. Así, autores como el dramaturgo portugués Gil Vicente (1465-1536) o los españoles Alfonso de Valdés (1490-1532) y Juan Alonso de Pedraza (1510-1566) también escribieron al respecto e incluso, durante el Barroco, se encuentran referencias en Calderón de la Barca y Quevedo. En El Quijote -capítulo XI, de la segunda parte- Don Quijote y Sancho se cruzan a una compañía de cómicos que representan Las Cortes de la Muerte.
En la música las piezas más destacadas son las del compositor francés Camille Saint-Saëns y la del austro-húngaro Franz Liszt. Mientras que en cine, el arco de referencia es tan grande que incluyen desde la Silly Symphonies, la serie de cortometrajes animados producidos por Disney entre 1929 y 1939, hasta El séptimo sello (1957) Ingmar Bergman,

Las teorías modernas incluyen la intoxicación alimentaria por los productos tóxicos y psicoactivos de los hongos del cornezuelo, que crecen comúnmente en los granos de la familia del trigo (como el centeno o la cebada). La ergotamina es el principal producto psicoactivo de los hongos del cornezuelo, está estructuralmente relacionada con el fármaco recreativo dietilamida del ácido lisérgico (LSD-25) y es la sustancia a partir de la cual se sintetizó originalmente el LSD-25. El mismo hongo también ha sido implicado en otras grandes anomalías históricas, incluyendo los juicios de Salem.
El historiador británico John C. Waller propuso en su libro A time to dance, a time to die: the extraordinary story of the dancing plague of 1518 (2008), que una posible época de extrema hambruna pudo provocar fiebres altas que impulsaron momentos de desenfreno sin control.
En cuanto a los danzantes de Estrasburgo, tras la peregrinación a la ermita, su destino desaparece de las páginas de la Historia. El historiador francés del s.XIX Jules Michelet duda incluso de que llegasen a Saverne y da a entender que las autoridades eclesiásticas se deshicieron del problema liquidando a los enfermos, aunque los investigadores modernos dan poco crédito a esta hipótesis. Sea como fuere, nueve años después de los hechos, el sabio suizo Parecelso se desplazó a la capital alsaciana para investigar qué había ocurrido realmente allí. De los afectados sólo hallará un testigo con el que entrevistarse: la joven Trofea.
Detrás de las cámara durante el rodaje de Alien (1979) Ridley Scott. #Alienday
El gigantesco muñeco animatrónico para King Kong (1976), diseñado y construido por Carlo Rambaldi (1925-2012), finalmente “desapareció” en el inverno de 1979 en Mar del Plata (Argentina). Era una estructura enorme de acero inoxidable, caucho, crines de caballos y plástico, con sus imponentes 17 metros de altura y 6,5 toneladas de peso.

La versión de King Kong de 1976, fue dirigida por John Guillermin, contaba con los actores Jeff Bridges, Jessica Lange, Charles Grodin, John Randolph, Rene Auberjonois, Julius Harris, Jack O’Halloran y Denis Fimple en los papeles principales.

A mediados de la década de 1970, el estudio Universal tenía pensado hacer una versión más fiel a la original, incluyendo escenas de dinosaurios y ambientado en la década de 1930, titulado The Legend of King Kong, que se dijo que sería dirigida por Joseph Sargent, con efectos especiales de Jim Danforth, usando la técnica stop-motion, y al parecer protagonizada por Peter Falk -conocido sobre todo por interpretar al teniente Colombo en la serie del mismo título- y Susan Blakely.
El film estaba basado en la novelización del guion original de 1933 escrita por Delos W. Lovelace. El proyecto fue paralizado cuando fue anunciada esta versión por Paramount. Algunos años antes la Hammer Productions también intentó hacer una versión, pero no pudo hacerse con los derechos de la película; incluso se rodaron algunos planos que finalmente fueron utilizados para el anuncio de un coche. Se «conformaron» con rodar Hace un millón de años en 1966. El guion de la versión de 1976 es de Lorenzo Semple Jr., basado parcialmente en la historia original de la película escrita por Merian C. Cooper y Edgar Wallace, con guion de James Ashmore Creelman y Ruth Rose.
En 1976, el productor ítalo-americano Dino de Laurentiis quizo hacer una nueva versión de la película clásica del 33. Para ello resucitó a la bestia. En esa ocasión, Kong ya no era una figura articulada de 45 centímetros de altura y cubierta con pelo de conejo. Fascinado por el gigantismo, otra manera de exhibir la otredad, de Laurentis invirtió cerca de tres millones de dólares en construir dos enormes brazos mecánicos y un muñeco animatrónico (robot) de 17 metros de alto y 6,5 toneladas de peso.

Durante la publicidad de la producción se declaró que la estrella de la película sería un gorila mecánico de 1,7 millones de dólares, pero lo único que se usó para algunas escasas tomas y el resto del metraje de Kong fue el brazo mecánico de Rambaldi. Kong fue interpretado por el gran maquillador Rick Baker en un traje de gorila de su propia creación. Luego se trató de reparar el bochorno con las siguientes palabras que pueden leerse en los créditos finales del filme:
La producción certifica que King Kong fue diseñado y construido por Carlo Rambaldi y Glen Robinson, con una contribución especial de Rick Baker.
King Kong ,1976
Para las escenas finales de la película había que crear una enorme multitud para la escena de masas en que Kong muere. Rodada en el tristemente célebre World Trade Center, al estar la plaza está cerrada para el rodaje, había que llenarla de extras. De Laurentiis decretó que la plaza estaría abierta al público y puso anuncios en los periódicos invitando a la gente a asistir al rodaje, asegurándose de paso una gran publicidad. Lo que pasó fue que la plaza se llenó con miles y miles de asistentes… y la cosa se descontroló.
En estas escenas de la muerte de Kong, solo las primeras filas de multitud son de policías reales de Nueva York y extras contratados. Lo justo para rodear al Kong, y a Jessica Lange. El resto son neoyorquinos que fueron a ver el rodaje. Y a la larga se descontrolaron. Acabaron pasando las barreras policiales y destrozaron el muñeco gigante, el cual sufrió grandes daños, pues la multitud le arrancó el pelo, le destrozaron varios dedos de la mano y le sacaron un ojo que nunca apareció.
Después de la finalización del film, el gigante mecánico quedó en las playas de Nueva York, algo que aprovechó Marco Ferreri en su película Adiós al macho (1978), película protagonizada por Gérard Depardieu y Marcelo Mastroianni, film exitoso en su día.

Lo que nadie imaginó por entonces fue que, a sólo tres años del estreno del film, esa maravilla tecnológica terminaría recorriendo exóticos rincones de América del Sur y, por un buen tiempo, “desapareciendo” casi por completo.
En setiembre de 1978, el gigantesco animatronic fue trasladado a Argentina para ser exhibido en un show de medio pelo en las instalaciones de la Sociedad Rural. Cuatro meses más tarde, en febrero de 1979, fue enviado a Mar del Plata para aprovechar la temporada de turismo estival. Pero el negocio fracasó y, desde fines de ese mes hasta finales de abril del mismo año, el robot permaneció abandonado en el predio del ex estadio Bristol, de Avenida Luro, esperando a que se resolviera un embargo. Allí se lo pudo ver, soportando la llovizna y el frío del crudo otoño marplatense, hasta de un buen día desapareció y nunca más se supo oficialmente de él.
Tras un conflicto judicial, Kong fue retirado y enviado provisoriamente al barrio de Devoto (Buenos Aires), para luego migrar a Estados Unidos y más tarde al Playcenter de San Pablo (Brasil), en determinado momento empezó a circular el rumor de que había acabado sus días en un terreno baldío de Batán, a las afueras de Mar del Plata, siendo desguazado por los habitantes de una villa de emergencia, en las inmediaciones de la penitenciaría local.

Hoy sabemos que King Kong, sobrevivió a los múltiples avatares que debió soportar en la costa bonaerense, partió de gira por espacio de varios años, hasta anclar definitivamente en un depósito de Carolina del Norte (EE.UU.). Al fin de cuentas, salió bien parado, gracias a la asistencia legal de un abogado. Regresó a casa.


Dinosaurios y efectos especiales, fósiles del séptimo arte, un recorrido por la evolución de los dinosaurios en el cine y como se han usado los efectos especiales para llevarlos a la vida vía Smokerwolf en su canal de YouTube.
Felix Silla nació en Roccacasale en la provincia de L’Aquila, Italia (11 de enero de 1937-16 de abril de 2021). Se mudó a Estados Unidos en 1955 y residió buena parte de su vida en Las Vegas. Antes de que su estatura le granjease varios papeles en el mundo audiovisual, participó brevemente en el circo Barnum & Bailey, su talento acrobático lo llevó a Hollywood donde se convirtió en doble de riesgo y actor.
Fue elegido para encarnar al Primo Eso en la serie de tv, La familia Adams. Para este papel recurrente Silla necesitaba enfundarse en un caluroso traje de pelo coronado por sombrero y gafas de sol, y su desempeño en 1965 estuvo acompañado por breves apariciones en El planeta de los simios (1968), Galáctica, estrella de combate (1978) o como una de las criaturas de Cromosoma 3 de David Cronenberg (1979).
Cuatro años antes, gracias a El halcón negro (secuela tardía de El halcón maltés), Silla pudo interpretar a un personaje mostrando la cara, situación que por lo demás no sería muy habitual en su trayectoria. A finales de los 70 interpretó al robot Twiki en la serie de televisión Buck Rogers: aventuras en el siglo 25, y en 1983 fue uno de los Ewoks de El retorno del Jedi. El intérprete también aparecería en películas tan conocidas como E.T. El extraterrestre, Poltergeist (ambas de 1982), Howard el pato (1986), Indiana Jones y el templo maldito (1984), La loca historia de las galaxias (1987) o Batman vuelve (1992), convirtiéndose en una presencia habitual de convenciones de fans.