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Doctor Who la serie clásica: Del Primer al Séptimo Doctor. Cuarto Doctor (del especial Revista Magnolia)

Doctor Who La serie clásica: Del Primer al Séptimo Doctor

Si el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los otros lados, ¿por qué es un ratón cuando gira?

Con esta frase, que marca bastante bien su carácter, hacía entrada Tom Baker como encarnación del Doctor. De personalidad a veces impredecible, por momentos tan distante que acentuaba su naturaleza alienígena, su interpretación contiene momentos de burlesca chispa fantasiosa y humor -cuanto menos- excéntrico, impregnados por una característica sonrisa maníaca. El cuarto Doctor continuaba teniendo un fuerte código moral, muestra una profunda candidez al considerar a los companions como sus mejores amigos y se esfuerza en cierta forma en complacerlos, e incluso en preocuparse por ellos, pero tiene un componente sombrío que lo diferenciaba de sus encarnaciones anteriores.

El cuarto Doctor ha tenido diferentes companions a lo largo su etapa; durante unos seriales fue acompañada Leela, una primitiva de gran inteligencia pero nada sofisticada, que a modo de alumna iba aprendiendo del Doctor y parecía no tener problemas para comprender conceptos avanzados. La idea del Doctor era poder “civilizarla”, sin embargo Leela poseía una gran fuerza de voluntad, lo que le permitía seguir con su comportamiento salvaje. Otra característica que destacaba en ella era el escaso vestuario de cuero que vestía, gracias al que los “papás” vieron la serie en compañía de sus hijos pegados a la pantalla.

Otra de su acompañantes en la TARDIS fue Romana, abreviatura de Romanadvoratrelundar, es la segunda de los dos únicos miembros de la raza del Doctor que viajan con él en la serie original. La otra fue su nieta Susan Foreman. Durante su aparición tuvo su propia regeneración, con cierta controversia entre fans. Comienza siendo altiva y algo arrogante, mirando por encima del hombro al Doctor al que no considera su igual, pero su personaje va evolucionando hasta convertirse en la recurrente damisela en apuros. Con su segunda regeneración ella adquiere una relación mucho más íntima con el Doctor que su predecesora, hasta el punto que algunos fans asumieron una relación romántica entre ambos, algo que nunca se vio en pantalla. Su relación es tan próxima que ella adquiere mucho de los tics del Doctor e incluso empuña su propio destornillador sónico. Al final se marcha junto al perro robótico K-9 para seguir su propio camino en el universo paralelo del E-Espacio.

Sí, habéis leído bien, perro robótico. K-9 fue adquirido por el Doctor durante uno de su viajes y tuvo incluso varias encarnaciones. En los seriales donde aparecía demostró cierta utilidad, ya que portaba una poderosa arma laser en su nariz y disponía de un vasto conocimiento enciclopédico al igual que una enorme inteligencia informática. Este perro robótico llegó incluso a tener su propia serie, un spin-off llamada K-9 and Company (1981). Pero su andadura fue corta, tan sólo se emitió un episodio piloto donde el perro robótico aparece junto a otra antigua acompañante del Doctor, Sarah Jane Smith.

Qué decir de Sarah Jane Smith. La companion más famosa y conocida de toda la serie clásica ya había ejercido este papel con el Tercer Doctor, pero es a raíz de los seriales de esta etapa cuando se vuelve otro de los iconos de la serie. Presentada inicialmente como una periodista de investigación, encendida feminista, logró infiltrarse en UNIT fingiendo que era su tía, Lavinia Smith, una famosa viróloga, acabando en el interior de la TARDIS. A partir de este momento empezará a colaborar con la organización secreta acompañando al Doctor en su viajes. Tiempo después, cuando el Doctor recibe una llamada para que regrese a su planeta natal, Gallifrey, toma la decisión de dejarla de nuevo en su casa. ¿El motivo? La renuncia de la actriz, Elisabeth Sladen, al considerar que su personaje cada vez se estaba volviendo más insulso y plano. La relación con Sarah Jane Smith fue de autentica amistad, con implicaciones más profundas que las relaciones que había tenido con otras acompañantes hasta aquel momento. Incluso lo afirma el Décimo Doctor en el episodio School Reunion, en el que pese a haber pasado tantos años se muestra a Sarah todavía afectada emocionalmente por la separación

Y por último, en este repaso de los que han compartido vivencia con el cuarto Doctor, además de algunos otros que se quedan en el tintero, se encuentra uno de esos personajes recurrentes en la serie clásica: El Brigadier Sir Alistair Gordon Lethbridge-Stewart. De nombre rimbombante, fue uno de los fundadores de UNIT, una suerte de organización internacional dedicada a la defensa de la Tierra de posibles amenazas alienígenas. Interpretado durante más de 20 años por Nicholas Courtney, fue uno de los personajes secundarios más populares de la serie. Durante el episodio La boda de River Song, el Undécimo Doctor telefonea a la enfermería de Sir Alistair para que se prepare para un viaje, pero una enfermera le dice con pena que el Brigadier ha muerto en paz “hace unos meses”, recibiendo así su merecido homenaje. Durante el episodio El poder de tres se presenta a la hija del brigadier, Kate Stewart, que trabaja como asesora científica de UNIT. Kate ya había aparecido en un spin-off sin licencia de 1995 titulado Downtime, donde también aparecían el Brigadier y Sarah Jane Smith.

Durante la etapa correspondiente a las peripecias de este Doctor, la más prolífica, se pueden encontrar si cabe, los mejores seriales de toda la historia de la serie. Cuando la ciencia ficción vivía una de sus mejores épocas, de la plumas de los guionistas surgieron episodios míticos. Recurriendo a una fuerte temática de terror gótico, creando intensas historia muy enmarcadas en la producciones de la Hammer, mientras la serie continuó haciendo uso de el sentido del humor e introduciendo nuevos conceptos propios de la ciencia ficción. Aunque con el paso de los seriales la calidad de los guiones fue decayendo, se recurre a un extraño humor sombrío por parte del Doctor y elementos surrealistas, incluso oníricos, así como saltos temporales. El final de la etapa se caracteriza por llegar a ser muy sombría, casi siniestra. La decadencia y muerte son elementos casi constantes en las historias, con la inclusión de un heraldo de la muerte del cuarto Doctor.

Durante el periodo del cuarto Doctor las historia no suelen recurrir a los conocidos enemigos recurrentes de las etapas anteriores. Los Daleks nada más aparecieron dos veces y los Cybermen sólo tuvieron un serial. Pero por su parte se incluyeron nuevas líneas argumentales, estableciendo gran parte de la mitología en torno a la relación de los Señores del Tiempo y el planeta Gallifrey, convirtiéndose en elementos esenciales durante el resto de la serie clásica, proyectando su influencia aún en la serie actual.

El cuarto Doctor traspasó las barreras de la serie hasta formar parte la cultura popular. Es sin lugar a dudas la encarnación más conocida y la más longeva en pantalla de toda la historia, con un total de 181 episodios, logrando ser el primero en ser emitido en los EEUU. Su excéntrica forma de hablar, el uso de una infinita cantidad de trastos aparentemente inútiles que aparecían de sus bolsillos o su particular forma de vestir, en concreto esa absurdamente larga bufanda multicolor, le convirtieron en un icono rápidamente reconocible en cualquier medio, recordado en otras series como Los Simpsons, Robot Chicken, Futurama o American Dad.

@WormHolePro

Via Revista Magnolia

Doctor Who: ¿Qué fue del Octavo Doctor? (del especial Revista Magnolia)

Doctor Who Qué fue del octavo Doctor

Llegó un momento en la historia de la serie Doctor Who que el público comenzó a desencantarse con ella. Las nuevas tramas no gustaron y los espectadores consideraban que se había vuelto muy oscura para tratarse de una serie juvenil. Con protestas de padres incluidas, Doctor Who fue cancelada en 1989. Por una parte, el causante de la cancelación fueron la falta de carisma de los actores en la última época, pero también se vio afectada por la ausencia de ideas en el género de ciencia ficción que los propios años ochenta trajeron consigo en todos los ámbitos.

Como era inevitable, en 1996 se intentó resucitar enfocándola a un mercado más internacional, lo que implicaba mayoritariamente las antiguas colonias de su graciosa majestad. Así que los productores al pensar en relanzar la serie lo hicieron a la americana, con un episodio piloto creado entre la BBC, Universal y Fox que fue estrenado en televisión el 27 de mayo de 1996, la misma semana que fallecía Jon Pertwee, tercera encarnación del Doctor. La recepción fue más tibia de lo esperado, sólo consiguió un 5,5% de audiencia entre los estadounidenses, aunque su estreno en Gran Bretaña se cifró en más de 9 millones y tuvo críticas muy positivas.

Para este relanzamiento se contó con Sylvester McCoy, que volvía a retomar el papel de séptimo Doctor en su despedida, ocupando la introducción y sirviendo de presentación a quien debería ser su sustituto: Paul McGann, la octava encarnación. En el reparto también aparecía un descontrolado Eric Roberts, que terminaría encarnando a The Master (el Amo, en las versiones españolas). La historia estaba firmada por Matthew Jacobs, guionista de Las aventuras del joven Indiana Jones, mientras que el director fue el realizador televisivo Geoffrey Sax, cuyo correcto trabajo no solventa los problemas del guion en su intento por narrar una historia oscura y retorcida.

La película, como es conocido este episodio dentro de la cronología, se desarrolla en los Estados Unidos, concretamente en San Francisco, y está ambientada en 1999. Contiene todos los elementos de cualquier film de su época, así podemos encontrarnos pandillas juveniles callejeras conformadas por asiáticos y dosis de inocente violencia noventera, incluido un absurdo tiroteo en el que el Doctor es una de esas llamadas víctimas colaterales. Por consecuencia, el Doctor es trasladado a un hospital donde muere en quirófano mientras la doctora Grace Holloway le atiende.

Una vez alcanzada su octava regeneración, el Doctor se ve envuelto en una confrontación con The Master, cuyos restos transportaba a Gallifrey tras su ejecución en el planeta Skaro. Pero el Doctor no es consciente que parte de la esencia había sobrevivido y consigue huir hasta apoderarse del cuerpo de un conductor de ambulancia llamado Bruce. A sabiendas de que el cuerpo humano no puede contener su esencia mucho tiempo, The Master intenta usar el Ojo de la Armonía en la TARDIS para robarle al Doctor el resto de sus encarnaciones, estando a punto de destruir el planeta Tierra en el proceso. Sin embargo, con la ayuda de la doctora Grace Holloway, el Doctor logra detener los planes de The Master, que termina siendo absorbido por el Ojo, aparentemente muriendo de una vez y para siempre, ya que volvería a aparecer en la serie actual, al final del tiempo, en el episodio de la tercera temporada Utopía.

McGann realiza una buena aproximación al personaje, caracteriza a un Doctor entre estrafalario y romántico, con un punto de Lord Byron, sufriendo una amnesia que casi le cuesta la regeneración, y que será parte de la identidad del personaje en posteriores tramas. A diferencia de muchos de sus predecesores y sucesores, esta encarnación se comporta de manera más humana. Esto se ve más claramente en el deseo que muestra hacia Grace Holloway, aunque de una manera inocente, casi infantil.

Estas escenas conllevaron cierta controversia, por el hecho de romper el antiguo tabú sobre relaciones románticas con sus acompañantes, al besar por primera vez a una companion. Igualmente, se desató otra polémica al afirmar en una línea de diálogo que era mitad humano, por parte de su madre. En posteriores aventuras se justificó este hecho, al afirmar que la octava encarnación había engañado a The Master para hacerle creer que era mitad humano.

Para su caracterización de la octava encarnación, el Doctor vestía ropa de la época victoriana, con pelo largo y ondulado. Llevaba una chaqueta larga de terciopelo verde, un chaleco con un reloj de bolsillo, un pañuelo. Cuenta Paul McGann que en su interpretación del Doctor tuvo que llevar una peluca que le parecía desagradable. El propio actor sugirió que el personaje llevara el pelo corto y una chaqueta de cuero, pero los productores lo rechazaron; a pesar de esto, curiosamente sus ideas se incorporaron años después al vestuario del Noveno Doctor.

El intento fallido de regenerar al personaje y su mitología en televisión supuso el fin de la presencia de Doctor Who en las pantallas hasta 2005. Fue con Russell T. Davies como jefe de máquinas, ya sin McGann, cuando la serie regresó en todo su esplendor. Pese a ello, el Octavo Doctor es el más prolífico en cómics, novelas y programas de radio, creando en torno a su personaje una suerte de madejas de historias que en ocasiones se llegan a contradecir, resultando complicado establecer un arco conciso de su historia. A pesar de no llegar a cosechar la misma fama que el resto de encarnaciones, se la ha tenido en cuenta en la nueva serie, siendo mencionado en los episodios Human Nature –donde aparece en el Diario de cosas imposibles- The Next Doctor o The Eleventh Hour.

Las circunstancias exactas de la muerte del octavo Doctor son desconocidas. El décimo Doctor afirmó que había estado solo cuando murió, pero no literalmente. A posteriori, declaró que la muerte de su octava encarnación se debió a los acontecimientos de la última gran Guerra del Tiempo. Nunca hemos visto, por tanto, más aventuras televisivas de este octavo Doctor, ni tampoco la regeneración de Paul McGann en Christopher Eccleston. Eso sí, al menos tuvieron el detalle de no obviar el brevísimo pase por las pantallas del octavo Doctor, aunque siempre nos quedaremos con las ganas de ser testigos del épico enfrentamiento final entre los Daleks y los Señores del Tiempo.

NOTAEl artículo se actualizó tras la emisión de The Night of the Doctor que en un giro imprevisto de los acontecimientos nos trajo de vuelta al Octavo Doctor.

Steven Moffat encuentra al perdido Doctor para devolverlo a la pantalla en la precuela de The Day of the Doctor. En este breve corto el Doctor, por avatares del destino, volverá al planeta Karn y a encontrarse con la Hermandad de Karn, que aparecieron en The Brain of Morbius en los tiempos del Cuarto Doctor. Esta secta era la protectora de la Llama Sagrada que producía el Elixir de la Vida y que los Señores del Tiempo usaban en los casos en los que tenían dificultades con sus regeneraciones. Este episodio convierte en canon los audio del Octavo Doctor al nombrar a sus companions durante esas aventuras y al fin veremos la escena de regeneración que tanto se le debía… en un nuevo Doctor de la Guerra.

@WormHolePro

Via Revista Magnolia.

Doctor Who la serie clásica: Del Primer al Séptimo Doctor. Primer Doctor (del especial Revista Magnolia)

Doctor Who La serie clásica: Del Primer al Séptimo Doctor

Si se comienza a ver la serie clásica una vez conocido el personaje de los nuevas temporadas, quizá lo que más llame la atención sea las extrañas circunstancias en las que se encuentra el Primer Doctor. Por un lado, obviando su aspecto físico de avanzada edad, sorprende la presencia de su nieta, Susan Foreman -apellido tomado del almacén donde aterriza la TARDIS-, a la que acompañarían dos de sus profesores, Ian Chesterton y Barbara Wright, que casi en contra de su voluntad se ven obligados a emprender aventuras con el Doctor. Por otro lado, la propia presencia del Doctor incluso crea más problemas de los que soluciona, incluso a veces tiene una presencia casi secundaria, envuelta en un halo de misterio y desconocimiento sobre su naturaleza.

El Primer Doctor fue interpretado por William Hartnell, veterano del teatro londinense, caracterizado al personaje desde 1963 a 1966. En su última etapa en la serie, se vio achacado por un empeoramiento de su enfermedad, y sus compañeros de reparto se quejaban que olvidaba líneas de dialogo. La enfermedad y la mala relación con el equipo de producción le obligaron a abandonar la serie, no sin antes sugerir, algo que se convirtió símbolo de la serie, que el personaje se regenerara en otro actor.

Durante las primeras temporadas apenas se adentra en su pasado e historia, no siendo hasta los últimos seriales de su etapa cuando empieza a saberse más de sus orígenes. Al principio sabemos que está huyendo con su nieta y que ha “tomado prestada” una TARDIS, al parecer defectuosa, pues su sistema de camuflaje falla adquiriendo la forma de la sempiterna cabina azul. El Doctor insistía que podrían volver algún día a Gallifrey, se refiere a sí mismo como un exiliado “sin amigos ni protección” y considera a los seres humanos primitivos. Buena parte de la historia primigenia del Doctor se puede ir conociendo a partir de los comentarios del propio Doctor y sobre todo de su nieta.

En el mítico serial donde aparecen los Daleks por primera vez, el Doctor sabotea la TARDIS para tener una excusa con la que explorar la ciudad Dalek del planeta Skaro. Incluso llegó a ofrecer a los Daleks los secretos de la TARDIS para mantener a salvo a su nieta Susan. En otro serial, al fallar nuevamente la TARDIS, acusa a Barbara e Ian como saboteadores, insistiendo en que estaban intentando chantajearlo para que les llevara de vuelta a casa. Tal como se puede apreciar, su personalidad inicial mostraba a un Doctor arisco, gruñón, aunque compartía un lazo emocional muy profundo con su nieta Susan, era despiadado y estaba dispuesto a mentir para conseguir sus objetivos. Pero poco a poco su personalidad se fue dulcificando y evolucionando hacia una figura más paternal y familiar, como si se tratara de un abuelo.

La idea inicial de la serie, era que fuera un programa educativo, así que los seriales estaban divididos en dos temáticas que se alternaban; una histórica, viajando en el tiempo a momentos del pasado de la tierra con la pretensión de enseñar historia; y otro de carácter más futurista, con viajes a otros mundos con la idea de enseñar ciencia. Sin embargo, para el final de la segunda temporada se dieron cuenta que las historias de corte futurista eran mucho más populares y el equipo de producción empezó a dejar un poco de lado aquellas de contenido histórico. El debut de los Daleks durante el segundo serial produjo una metamorfosis en el programa, lo que en un principio era una serie para el público infantil se convirtió en un fenómeno nacional. Unos guiones inteligentes y muy ocurrentes tenían la culpa, cargados con nuevos conceptos y desarrollados de tal manera que compensaban los efectos especiales de bajo presupuesto y su teatralidad en la pueta en escena.

Debido a la reutilización del cromo de las antiguas cintas de celuloide por parte de la BBC, el archivo audiovisual en las filmotecas y videotecas de la BBC se destruyó y reutilizó para grabar otros programas. Muchos de los seriales de las temporadas en blanco y negro de los dos primeros doctores se perdieron. Tras su regeneración, el Primer Doctor volvió a la pantalla para el décimo aniversario del programa en 1973. En esta ocasión William Hartnell apareció brevemente debido a su estado de salud, no pudiendo participar en el rodaje regular, siendo rodadas sus escenas por separado en los Estudios Ealing. Una década después, el actor Richard Hurndall interpretaría al Primer Doctor en el especial del 20 aniversario, ya habiendo fallecido Hartnell.

Via Revista Magnolia.

@WormHolePro

De todo menos sexo: desnudos y erotismo en los films sovieticos

Tras la Revolución de Octubre de 1917, las juventudes soviéticas proclamaron un concepto de libertad sexual conocido como la teoría del “vaso de agua”. Tener relaciones sexuales no debía ser más complicado que beber un vaso de agua. No obstante, los líderes del partido de mediana edad no parecían apoyar esta idea en concreto. En 1924 se publicó un libro titulado “12 leyes sexuales del proletariado revolucionario”, en el que se condenaba la poligamia y los excesos sexuales.

Películas mudas, escenas elocuentes

La primera escena soviética en la que aparece un desnudo acabó siendo censurada. Se encontraba en la película muda Tierra, (1930) de Alexander Dovzhenko. La prometida de un campesino socialista asesinado por el hijo de un rico terrateniente lo vela fervientemente, desnuda durante más de un minuto en pantalla. Al parecer, esta escena resultó demasiado rompedora para el año 1930, cuando se estrenó Tierra. Seis años después, la película Un joven serio, (1934) en la que aparece una mujer nadando desnuda y un joven comunista en tanga (¡en 1934!) fue censurada por completo. Aunque en los años siguientes esta situación fue cambiando.

La regla “sin sexo” no siempre implicaba “sin desnudos”. En este sentido, las películas soviéticas de finales de los años 30 hasta los años 60 fueron mucho más sugerentes que las películas estadounidenses que se rodaban siguiendo el estricto código Hays, que prohibía completamente cualquier desnudo (“a toda visión o en siluetas”). La definición del “erotismo” para los censores soviéticos no implicaba “desnudo”, sino “cualquier cosa directamente relacionada con la actividad sexual”: besos demasiado largos, escenas de cama o bailes eróticos.

En los dramas, los pechos y los traseros aparecían de forma ininterrumpida. Uno de los primeros ejemplos de ello es el drama con tintes ideológicos Tania (título original El camino luminoso, 1940), en el que unas mujeres desnudas, vistas a través de un cristal semitransparente, se duchan en los vestuarios de una fábrica.

El amor en las películas bélicas y en las comedias

Por alguna razón, las películas bélicas eran particularmente ricas en este tipo de escenas: una mujer cambiándose cuyos pechos se ven claramente a través de un espejo El reloj se detuvo a medianoche, (1958), una joven duchándose en un cuartel militar durante la Segunda Guerra Mundial (Los cuatro vientos del cielo, 1962) y, por supuesto, la escena de la sauna del drama bélico Los amaneceres son aquí más apacibles (1972), en la que aparecen casi una docena de hermosas actrices desnudas.

Según confiesan algunos padres y abuelos soviéticos, el contexto dramático nunca les privó del placer que provocaba observar los encantos de las actrices. La gente iba a ver las películas en la que aparecían desnudos una y otra vez.

En algunas ocasiones, las escenas eróticas conseguían evitar la censura disfrazándose de comedia. La escena en la playa nudista de la película El camino del Calvario (1957) se añadió para satirizar a la clase alta de la Rusia de 1914. Un momento bufonesco de la película Sol blanco del desierto (1970) muestra a las mujeres de un harén musulmán levantándose las faldas y mostrando sus pechos para ocultar sus rostros de un soldado del Ejército Rojo.

Pero el ejemplo más famoso es el striptease de Svetlana Svetlíchnaya en la exitosa comedia El brazo de brillantes (1969). Esta escena relativamente moderada fue un auténtico shock para la gente soviética. ¡Era algo “realmente erótico”, un striptease de verdad mostrado en la gran pantalla!

El crítico de cine Grigori Tarasevich comenta: “Generalmente, las escenas de sexo en las películas despiertan ciertos sentimientos naturales, el observador también desea participar en la actividad sexual. Desafortunadamente, el cine soviético no despierta este tipo de sentimientos. Incluso cuando hay un desnudo, está representado de forma mundana y ordinaria, lo cual excluye cualquier tipo de excitación”.

Desnudos para la exportación

Al margen del cine de masas soviético se encuentran directores más serios como Andréi Tarkovski o Serguéi Paradzhánov. Estos directores estaban catalogados oficialmente como alborotadores y sus películas, que contenían muy frecuentemente desnudos y referencias sexuales, perdían alguna escena por la censura (como la película de Paradzhánov Sombras de los ancestros olvidados, 1964) o no llegaban a estrenarse en la URSS. Sin embargo, al mismo tiempo, las obras de Tarkovski y Paradzhánov representaban con éxito a la Unión Soviética en los festivales de cine internacionales.

El desnudo más conocido del cine de autor soviético es el ritual pagano eslavo de la película Andréi Rubliov, en el que docenas de hombres y mujeres desnudos corren por el bosque observados por el monje y pintor de iconos Andréi Rubliov. Durante la década de los 70, la censura soviética había perdido su peso. Lenta pero inexorablemente, los directores de cine fueron expandiendo los límites del erotismo permitido. El hito de aquella década fue la película-catástrofe de gran presupuesto La tripulación (1979), en la que se muestra una pareja desnuda en la cama. Esta escena se volvió escandalosamente famosa. La tripulación abrió la veda.

Durante los años 80, los aficionados al cine tenían total libertad para disfrutar de todo tipo de escenas eróticas, aparte de la pornografía. La última barrera se derribó en 1988 con La pequeña Vera. En este drama social bastante deprimente se muestra finalmente al público soviético una escena de sexo real. Irónicamente, el eslogan “En la Unión Soviética no hay sexo” mencionado al principio de este artículo fue pronunciado sólo dos años antes de esta película, en 1986, y en aquel momento, después de tantos años, quedaba un poco anticuado.

Tras la caída de la URSS, la demanda popular de desnudos y sexo en las pantallas de cine quedó totalmente satisfecha por las películas extranjeras, que ya habían comenzado a invadir los cines y reproductores de video caseros rusos a finales de los 80.

Al mismo tiempo, la ausencia de una censura seria supuso para los directores contemporáneos un alto grado de libertad en el rodaje de escenas eróticas. En la actualidad, todo el contenido “para adultos” del cine y la televisión de Rusia se emiten únicamente con mensajes de restricción de edad.

Por Elena Korenevskaya