Durante mucho tiempo, Mali fue uno de los pocos países democráticos ejemplares de África, y uno de los países más pobres del planeta (ocupa el puesto 173 en el índice de desarrollo humano de la ONU). Pero, mientras se producía un golpe militar derrocado al presidente Amadou Toumani Touré, en marzo de 2012, en la capital, Bamako; al sur del país, un grupo de combatientes tuareg conquistaba junto con agrupaciones islamistas la región norte de la nación. Desde entonces la situación bélica en Malí ha tomado un nuevo un giro tras la decisión del Gobierno francés de François Hollande de enviar tropas al país africano para detener la ofensiva islamista. Las Fuerzas Armadas francesas bombardearon intensamente durante tres días el norte del país con la intensión de detener el avance en el centro del país, en apoyo a las fuerzas terrestres gubernamentales, mientras que los países de África Occidental aceleran sus preparativos militares.
Después de varios meses de ofensiva islamista, por fin Francia, antigua metrópolis del país, decide intervenir. Con anterioridad Francia intentó en reiteradas ocasiones persuadir a los gobiernos de Estados Unidos y a Naciones Unidas sobre la necesidad de intervenir en el norte del país. Pero sus múltiples llamamientos cayeron en saco roto. Los factores que han decidido a Hollande a intervenir en el país, se encuentra el hecho de que diversos grupos islamistas mantienen como rehenes a ciudadanos franceses en África. Pero, además, intervienen los intereses económicos. Alarmado por las recientes conquistas en su avance, el Consejo de Seguridad destacó este viernes que la misión de respaldo Afisma debe empezar a intervenir con mayor rapidez en el país.
El rival en está guerra, los llamados “rebeldes”, dicen desde occidente que están liderados por la organización terrorista Al Qaeda en el Magreb Islámico. Así hay estimaciones que esta red dispone de millones de dólares generados por el tráfico de drogas y el dinero obtenido a cambio de la liberación de extranjeros secuestrados. Según “verídicas” fuentes de los servicios secretos de los estados occidentales, los islamistas cuentan en el norte del país con 6.000 combatientes entrenados, entre ellos yihadistas de Egipto, Sudán y otros países. En sus filas también luchan hombres tuareg que se denominan ‘Ansar Dine’. Junto a ellos figura además el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental, que también defiende la implantación de la sharia (ley islámica). Algunos conocedores del continente africano afirman que el conflicto en Mali es una venganza por la muerte del líder libio Muamar al Gadafi. El líder libio reclutó en su momento a tuaregs del norte de Mali como fuerzas de seguridad. Al derribar el régimen de Gadafi, muchos de ellos regresaron a su país provistos de armas modernas y financiados, una vez de regreso a su país dieron el respaldo a los insurgentes en su lucha contra el Gobierno, en el sur del país.
Pero no solo se trata de un intento de estabilizar el país, detener las actividades de los islamitas, que en los últimos días han ordenaron destruir numerosos objetos de valor histórico que se encontraban en la ciudad de Tombuctú, donde hay lugares que son Patrimonio de la Humanidad. Los analistas temen que el enorme norte del país, al quedar fuera del control estatal, se convierta en una zona de crecimiento de células terroristas, tal como sucedió en Afganistán con la llegada del régimen talibán. Y a igual caso, la opinión pública internacional comienza a fijarse en el conflicto, como en el caso de Afganistán, con la destrucción de valiosos objetos culturales.
Pero el mayor temor de Estados Unidos es por la posibilidad de que los tuareg accedan al mayor recurso natural de este país, sus minas de uranio (además de ser el tercer productor de oro del continente). Si los rebeldes establecen su control sobre los yacimientos, temen desde EE.UU. que busque maneras de vender este uranio, y como no, el primer nombre en aparecer es Irán. Esa evolución de la situación no le gustaría a EE.UU. ni a sus socios de la OTAN. Pero, EE.UU. se ha encontrado con una situación que no esperaba, tras gastar en los últimos cuatro años, entre 520 y 600 millones de dólares para hacer frente a los militantes islamistas en los países del oeste del África, ahora todos los programas del entrenamiento se fueron al traste cuando combatientes islamistas, curtidos en combates y armados hasta los dientes, regresaron de Libia. Se aliaron con grupos yihadistas como Ansar Dine, echaron raíces en el Ejército maliense y lo desmoralizaron hasta tal grado, que en Bamako se produjo el golpe militar contra el Gobierno sin que Washington hubiera detectado síntomas alarmantes. Al frente de los golpistas estaba el capitán Amadou Sanogo, uno de los oficiales entrenados por asesores estadounidenses. Y en su infinita sapiencia EE.UU. olvidó que varias unidades de élite estaban bajo el mando de los tuaregs, tribu que lleva medio siglo peleando contra el Gobierno central. Cuando se proclamó la independencia de Azawad en el norte de Mali, en abril pasado, tres de las cuatro unidades desplegadas en la zona y dirigidas por jefes tuaregs se pasaron al bando de los insurgentes con todos los efectivos, armas y equipos correspondientes. Se les sumaron luego otros 1.600 desertores del Ejército gubernamental.
Pero lo que es particularmente irónico es que el país que probablemente más se beneficie de la intervención militar es otro, mucho más alejado, pero importante en la región como es China. Francia y sus socios deben preservan la seguridad no sólo del régimen tambaleante de Malí, sino también de los países vecinos de Malí, todos ellos ex colonias francesas, ninguno de los cuales tienen una seria estabilidad, como recientemente el caso de Costa de Marfil. Pero lo que es importante para China, es que cada uno de esos países hace grandes negocios con el gigante asiático. Y China, para alimentar su creciente economía, está dispuesta a llevarse bien con todo el mundo en el poder. No van organizando golpes de estado, derrocando a regímenes o imponiendo sus puntos de vista.
Así en el vecino Níger, donde Francia cuenta con un programa de cooperación militar, una compañía china opera la que es la mina de uranio más grande de China, en Azelik, rompiendo lo que era un monopolio de facto sobre las reservas de Níger que antes disfrutaba Francia. Y que ahora teme perder en Malí, si triunfa el movimiento “rebelde”. China también opera un gran campo de petróleo y ha firmado un acuerdo para modernizar los suministros de energía del país. En Chad, donde el ingreso per cápita es unos 900 dólares por año, los franceses tienen una gran base aérea que se utiliza para su ofensiva en Mali. Los chinos tienen un tipo diferente de operación: Su corporación petrolera nacional está apoyando un proyecto de mil millones de dólares, poner 300 kilómetros de tuberías desde los campos petrolíferos en el sur de Chad a una refinería de construcción china, cerca de la capital, Yamena. La refinería es propiedad conjunta de China y Chad. China también está construyendo un nuevo aeropuerto internacional cerca de la capital. En la ya mencionada Costa de Marfil, que fuera la joya de la corona colonial francesa, también tiene una base militar francesa, y un montón de intereses comerciales franceses. Sin embargo, sólo dos días antes que el presidente Hollande interviniera en Malí, se anunció en Abidjan, que China y Costa de Marfil habían acordado un préstamo masivo de 500 millones a un bajo interés por parte de China Export Import Bank con el fin de financiar la construcción de una central hidroeléctrica, (por una empresa de ingeniería china) que será la más grande en el país y exportará energía a los países vecinos.
Así pues los yacimientos estratégicos de uranio en Malí son un elemento importante en el conflicto. Las compañías francesas, con el gigante Areva a la cabeza, son las que explotan el uranio de Mali y Níger y son varias las firmas occidentales que buscan petróleo y gas natural precisamente en el territorio controlado por los tuareg y explican en parte el interés de las fuerzas occidentales en la región.
Las grandes sequías que han sacudido el Sahel desde la pasada década de los 90 ha erosionado a la sociedad tuareg, con continuos desplazamientos de grupos hacia el sur en busca de inexistentes oportunidades. Ahora la situación es aún peor por el aumento incesante del precio de las semillas y de los alimentos. Así como el conflicto en Libia ha tenido su efecto dominó en Níger y Malí, donde los pueblos nómadas Tuareg aprovecharon la falta de control del potente arsenal de Gadafi han participado en una oleada de secuestros y levantamientos armados conocidos como la ‘rebelión Tuareg’ del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA). Que se constituyó en octubre de 2011, un grupo político-militar que lucha por la independencia de Azawad, región que abarca casi todo el norte de Mali, parte del norte de Níger y el sur de Argelia, donde han vivido tradicionalmente los tuareg. La rebelión, dio un paso más al proclamar la independencia de la región de Azawad, en Mali, vetada de inmediato tanto por la Unión Africana, como por la UE y EE UU. Territorios que incluyen regiones de Níger septentrional en los alrededores de la ciudad de Arlit, una ciudad industrial situada en la región de Agadez, donde se extrae uranio por empresas francesas en dos minas de uranio grandes (Arlit y Akouta).
Arlit, es conocida debido al tema de las falsificaciones de la compra de uranio de Níger por parte de Irak, cuando se alegó que Saddam Hussein había intentado comprar polvo de uranio, al afirmarlo el Presidente George W. Bush en su Estado de la Unión de 2003, donde declaró, “El Gobierno británico ha aprendido que Saddam Hussein buscó recientemente cantidades significativas de uranio en África”. Ahora, similar excusa se utiliza, como hemos visto, en el caso del conflicto con Irán.
Por otra parte, representantes de la sociedad civil de Mali, los partidos políticos del país, y la junta militar que perpetró el golpe de Estado el pasado marzo, iniciaron en Uagadugu (Burkina Faso) conversaciones con la mediación del presidente de este país, Blaise Compaoré, para definir los pasos hacia la transición.
“El futuro de Mali debe orientar todas nuestras acciones y nuestros pensamientos y por ello todos los actores deberían estar unidos y movilizarse por los objetivos de la transición”, afirmó el presidente de Burkina Faso al inicio de las conversaciones.
En resumen, todo el conflicto es acerca de las reservas de uranio que se encuentran en las áreas de Tuareg de Malí, Níger y Libia, el siguiente paso será la intervención de UN/CEDEAO y la OTAN para el mantenimiento de la paz, la intervención militar y la matanza de miles de Tuaregs. Así la imagen exótica de los ´hombres azules´, que nunca enseñan el rostro y con la piel teñida del azul índigo con el que colorean sus túnicas, ya es casi del pasado.