La primera máquina de rayos X en África fue ubicada en el hospital de la ciudad alemana de Kolmannskuppe (nombrada en legua afrikaans como Kolmanskop) en lo que se conocía como África del Sudoeste Alemana, hoy Namibia.
En Namibia, entonces conocida como África del Sudoeste Alemana, el 16 de noviembre de 1882 un comerciante alemán, Adolf Lüderitz, de la ciudad de Bremen, solicitó la protección por parte del canciller Bismarck para una estación que planeaba construir en el suroeste de África. Una vez que se le concedió, su empleado Heinrich Vogelsang compró tierras a un jefe nativo y estableció una ciudad en Angra Pequeña, que pasó a llamarse Lüderitz.
A comienzos de 1884, el cañonero SMS Nautilus de la Marina de Guerra Imperial alemana arribó para revisar la situación. Un informe favorable del gobierno y la conformidad de los británicos dieron como resultado una visita de las corbetas Leipzig y Elisabeth. La bandera alemana fue finalmente izada el 7 de agosto de 1884. Las reclamaciones alemanas en esta tierra fueron confirmadas durante la Conferencia de Berlín.
En abril de 1885 se fundó la Deutsche Kolonialgesellschaft für Südwest-Afrika (Sociedad Colonial Alemana para el África del Suroeste), conocida como DKGSWA, con el apoyo de banqueros alemanes (Gerson von Bleichröder, Adolph von Hansemann), industrialistas (Guido Henckel von Donnersmarck) y políticos (el alcalde de Fráncfort Johannes von Miquel).
La DKGSWA recibió derechos de monopolio para explotar depósitos minerales. La nueva sociedad pronto compró los activos de las desfallecientes empresas de Lüderitz, quien había muerto ahogado en 1886 durante una expedición al río Orange. La compañía compró todos los derechos mineros y de tierras de Lüderitz, siguiendo la política de Bismarck de que se debía usar dinero privado en lugar del público para desarrollar las colonias. En mayo, Heinrich Ernst Göring fue nombrado comisionado y estableció su administración en Otjimbingwe. Luego, el 17 de abril de 1886, se aprobó una ley que creó el sistema legal de la colonia, creando un sistema dual con leyes para los europeos y leyes diferentes para los nativos.
Entre las ciudades namibias de Luderitz, en la costa, y Aus, en el interior, se instaló una compleja línea de ferrocarril que atravesaba parte del abrasador desierto de Namib, con el fin de conectar varios de los yacimientos mineros de la región.
Un técnico namibio llamando Zacharias Lewala, que había trabajado en una mina de diamantes en Kimberley, donde adquirió experiencia en el reconocimiento de diamantes en bruto. Lewela se hallaba trabajando junto a su superior August Stauch en el mantenimiento del ferrocarril cuando se encontraban explorando cerca de la estación de tren de Grassplatz, en los alrededores de Kolmanskop, descubrió varias piedras que brillaban entre la monotonía del desierto naranja.
Obedientemente se las entregó a Stauch y dijo: «Mire, señor, moy Klip (piedra hermosa)» Stauch al observarlas detenidamente las envió para un análisis en Swakopmund y aseguró el reclamo del área. August Stauch, decidió montar de inmediato una explotación minera en la zona. Y el pobre Lewala no tuvo ningún reconocimiento ni ninguna recompensa. Al descubrir el gobierno alemán que el área estaba llena de diamantes prohibió la entrada a casi toda la extensión de la costa sur de Namibia declarándola «Sperrgebiet» (Zona prohibida).
En una región a apenas 10 kilómetros del océano Atlántico se descubrió que los diamantes eran abundante y se conseguían prácticamente a ras del suelo. Ante la necesidad de mano de obra que trabajaran los yacimientos, y un lugar donde albergar a los trabajadores alemanes en tan solo dos años, se acabó de erigir Kolmanskop.
A Kolmanskop se trasladaron familias enteras atraídas por la idea de hacer fortuna, que acudieron a vivir a una réplica del modelo urbanístico germano para que los nuevos inquilinos se sintieran como en casa, pese a venir de Alemania y estar en pleno desierto. Razón por la que actualmente enterradas entre la arena todas las edificaciones sean de estilo centroeuropeo y también que los espacios fueran dedicados a modelos de vida occidentales, decorados incluso con mobiliario a la última moda de Europa.
La pequeña aldea contaba en la época con un casino, una escuela, un salón de conciertos, un gimnasio, una bolera y una piscina pública, además de un tranvía y una fabrica hielo. La actividad comercial era también frenética. Llegó a haber una fábrica de armarios, una carnicería, una panadería, una planta de energía y marcas propias de refresco y limonada. Y por supuesto un hospital.
Al hospital de Kolmanskop se trajo desde Alemania el primer aparato de rayos X de toda África en 1908. Y aunque suene extraño su uso no era principalmente para los colonos, sino para los africanos. No pretendían detectar enfermedades, sino radiografiar el cuerpo de los mineros de Kolmanskop para verificar si los trabajadores africanos ingerían diamantes que podrían vender posteriormente en el mercado negro. Ese temor del gobierno alemán por la extracción ilícita también impuso un estricto sistema de visitas a la zona, que evitó todo tipo de desviaciones.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial comenzó el declive a pesar de que durante este período se extrajeron casi 1.000 kg de diamantes, o lo que es lo mismo, el 12% de la producción mundial de diamantes provenía de esa ciudad. Durante el conflicto mundial Alemania se vio obligada a abandonar la zona tras sufrir en 1915 el ataque de las fuerzas armadas de la Unión Sudafricana (actual Sudáfrica), aliada de Reino Unido.
Finalizada la guerra, la compañía anglo-americana CDM (Consolidated Diamond Mines) adquiere las pequeñas empresas establecidas en la región, y controla el mercado del diamante de la zona hasta que el primer gobierno de Namibia creó la empresa NAMDEB en 1995.
A finales de los año 20 del siglo pasado se descubrió un enorme yacimiento diamantino a 200 kilómetros al sur, situado en las orillas del río Orange. Debido a esto disminuyó la actividad económica y social lo que desembocó en un profundo estado de decadencia para Kolmanskop, que la llevó a su abandono paulatino. Junto a esto se sumaría probablemente el mayor obstáculo para el establecimiento de una comunidad en una zona tan árida: el encarecimiento excesivo del transporte de agua potable desde Ciudad del Cabo.
Los últimos habitantes de Kolmanskop abandonaron sus casas en 1956, poniendo fin a la existencia de un pueblo que apenas había cumplido medio siglo de vida. En la actualidad es una pequeña ciudad fantasma.